Es hora de reconstruir el país. Las dificultades de la economía tienen que ver, entre otras circunstancias, con el mal manejo y despilfarro de los recursos del Estado. No es falta de plata, es la total ausencia de principios de muchos de los que intervienen en el uso de esos ingresos.
La corrupción se evidencia en todos los niveles de la estructura del Estado y de la sociedad. Desde el más pequeño municipio hasta las altas esferas del gobierno, la justicia, el Legislativo, las Fuerzas Militares, la Policía, los contratistas, el sector privado, las iglesias, la salud, la educación, el manejo de los subsidios, los organismos de control y las prácticas indebidas de algunas de las multinacionales que operan en el país.
Por eso, cuando los buenos proponen un Frente contra la corrupción hay que apoyarlos sin dudar. Los ciudadanos del común estamos hartos de ver cómo se destruye el patrimonio nacional por el efecto del delito nacional y transnacional. Pero, es que a ese frente hay que dotarlo de herramientas. No es nada complejo diseñar mecanismos de identificación de las prácticas contra los manejos indebidos de los dineros de la sociedad.
Recursos para conformar los equipos técnicos existen en la Fiscalía, Procuraduría y Contraloría General, que deberían ponerse de acuerdo no solo en el discurso, sino en la creación de un fondo contra la corrupción, con una gerencia colectiva, fuera de toda duda.
Bastaría diseñar una metodología con el concurso de los ingenieros de sistemas y matemáticos, los profesionales de las ciencias económicas, ingeniería, derecho y medioambiente, por lo menos, para adelantar un muestreo aleatorio estratificado, que identifique costos, precios y desviaciones en un grupo pequeño de municipios, departamentos y entidades gubernamentales para el diseño de un programa piloto cuyos análisis puedan ser replicados y sus resultados sean refrendados por las tres entidades, y aceptados como peritazgos autorizados por la justicia.
La problemática debe ser enfrentada con la participación de la academia y el diseño de sistemas adecuados para evitar la subjetividad en la evaluación de los sobrecostos de los proyectos, que, en la mayoría de los casos y salvo excepciones, como tragedias naturales, son atribuibles a la corrupción. Y, es que el problema no se encuentra en lo técnico para su identificación: existen los recursos financieros, humanos y hasta el apoyo de la mayoría de la población. El verdadero problema se encuentra en la anticultura de la política y una globalización donde ‘los fines justifican los medios’ y ‘todo vale’ para aumentar la riqueza.
La verdad es que la sociedad debe rechazar la participación en el Ejecutivo, el Legislativo, la justicia y las ‘ías’ de cualquiera que esté condenado, investigado o que se le hayan demostrado vínculos con los corruptos. Si lo dicho pasara sería la felicidad completa: quedaría inhabilitada casi toda la clase política.
Y, por favor, no más comités de alto nivel. El país ya diagnosticó la existencia y el comportamiento de los corruptos, se les conoce, se les identifica y ahí están. A por ellos.
Germán Umaña Mendoza
Profesor universitario
germanumana201@hotmail.com
A por ellos
El verdadero problema se encuentra en la anticultura de la política y una globalización donde ‘los fines justifican los medios’.
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