El Banco de la República acaba de publicar Comercio exterior en Colombia, un libro que parece un anacronismo en estos tiempos proteccionistas pero que tiene la respuesta a una pregunta apremiante: ¿cómo volver a crecer vigorosamente?
Atrás quedó el tiempo en que la economía creció a una tasa promedio de 4,5 por ciento anual, trayendo consigo reducción de la pobreza y una mejora en la distribución del ingreso. Con el final de la bonanza petrolera, en 2014, perdimos el motor externo que nos impulsaba y quedamos limitados por nuestra triste condición.
El aporte de la productividad total de los factores al crecimiento de la economía colombiana en los últimos 15 años fue negativo, resultado de un escaso cambio técnico y un estancamiento de la educación.
Ahora las estimaciones del crecimiento potencial apuntan apenas a un 3,5 por ciento anual, insuficiente para mantener los logros sociales alcanzados en el pasado. El año anterior la pobreza monetaria volvió a crecer en el país, tras una década y media de disminución continua, y la distribución del ingreso volvió a deteriorarse tras haber mejorado durante 7 años.
¿Qué hay que hacer para retomar el camino del crecimiento? En un trabajo publicado hace unos meses (Latin American economic growth: hopes, disappointments, and prospects), Augusto de la Torre y Alain Ize, ex funcionarios del Banco Mundial, encuentran que los países latinoamericanos que han logrado reducir la brecha de ingresos frente a Estados Unidos son aquellos que han incrementado su participación en el comercio mundial, incluso después de la destorcida de las materias primas.
¿Y cómo está Colombia en ese frente? Mal, gracias. El libro del Banco de la República (editado por Jorge García, Iader Giraldo y Enrique Montes) muestra que la participación de las exportaciones más las importaciones en el PIB, un buen indicador de la inserción internacional, es 68 por ciento en el caso de Chile, 56 por ciento en México y 45 por ciento en Perú. ¿Y en Colombia? Apenas 38 por ciento, con un agravante: esa cifra se ha mantenido inalterada desde 1960.
Así es la cosa: la economía colombiana ha sido una de las más cerradas de América Latina, condición que no ha cambiado en más de medio siglo, y ello está limitando la capacidad de crecer del país. ¿Y la famosa apertura económica? Uno de los hallazgos más interesantes del libro es que, si bien la protección arancelaria bajó en la década de los noventa, al mismo tiempo empezó multiplicarse el uso de barreras no arancelarias en el país.
Los autores calculan la protección total que resulta de los aranceles y las barreras no arancelarias, y el resultado es pasmoso: la protección total promedio de la economía colombiana ronda el 120 por ciento, doce veces más que lo que sugiere el inocente arancel nominal actual.
Tomando en cuenta esos niveles de protección, es natural que Colombia no tenga una economía exportadora. Para el sector privado es mucho más cómodo seguir haciendo lobby, ganando rentas extraordinarias en un mercado doméstico hiperprotegido, y de paso frenando el crecimiento y los logros sociales del país.
Mauricio Reina
Investigador asociado de Fedesarrollo
mauricioreina2002@yahoo.com