Mientras silenciosamente el país parte en dos su historia de medio siglo de guerra, en la competencia por la Presidencia ya empiezan a revelarse los precandidatos: el primero fue Jorge Robledo y la segunda Claudia López, ambos senadores. Si bien se vislumbran otros y existe uno que todos damos por obvio, hasta el momento estos son los únicos postulados.
El corto tiempo que Claudia López lleva en el Senado ha sido suficiente para demostrarles a sus seguidores –y no seguidores– que no solo tiene carácter y un rigor académico necesario para dicha Corporación, sino que también cumple a cabalidad con su función de control político. Parece una Senadora anormal, pues no se ha visto involucrada en problemas de corrupción, ni se han conocido casos de tráfico de influencias, dos situaciones que lucen muy normales entre los políticos de este país.
Es consabido que no le tiembla la lengua cuando debe pronunciarse sobre algo o referirse a alguien, así sea innombrable. Habla con vehemencia, es elocuente, precisa, y franca; no utiliza eufemismos, propone debates sobre temas incómodos para muchos de sus “honorables” colegas; acusa con razón, combate con pasión y ahora la corrupción es su obsesión. Su oratoria evoca viejos caudillos, escasos y necesarios en esta transición.
Siempre se ha declarado enemiga de todos los armados, incluidos también aquellos que se han valido diestramente de ciertos grupos para llegar y permanecer en el Congreso.
Tal vez su reconocimiento nacional se produjo cuando realizó la investigación sobre la parapolítica, con la cual contribuyó sustancialmente a que se indagara a cerca del 35% de los congresistas y a más de 250 servidores públicos. Ha demostrado que conoce el Estado y sus problemas, se ha indignado con las triquiñuelas del Congreso y ha manifestado impotencia cuando no ha podido sacar adelante proyectos, como reducir el salario de los congresistas, el cual le hundieron sus propios colegas.
No es amiga de los medios de comunicación; de hecho, los ha criticado en su debido momento y fue despedida como columnista de El Tiempo tras haber escrito ‘Reflexiones sobre un escándalo’. A Noticias RCN también le hizo saber en un debate en directo que no posaría allí para aparentarles imparcialidad cuando habían dedicado más de una hora a hacer propaganda contra los acuerdos de paz.
Sus vivencias y la lectura que hace sobre el país la han llevado ahora a declararle la guerra a la corrupción, pero el camino a la Casa de Nariño no lo tiene fácil. Tendrá que contar con el aval de su partido y no cuenta con el apoyo de la élite política de este país.
Aunque su apellido es López no nació en ninguna de las reconocidas casas presidenciales; sin embargo, en una eventual victoria suya, sería la segunda persona que se les logra colar en la Casa de Nariño –el primero fue Uribe–, sería la primera mujer presidente en la historia y la primera que ganaría sin utilizar la paz como su bandera política, rompiendo una vieja estrategia que lleva por lo menos un cuarto de siglo.
Jorge Coronel López
Economista y docente universitario
jcoronel2003@yahoo.es
Claudia: precandidata
Ha demostrado que conoce el Estado y sus problemas y se ha indignado con las triquiñuelas del Congreso.
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