Los tres últimos días de agosto pasado ocurrió en Tierralta, Córdoba, un apicidio que acabó con unos 72 millones de abejas, reinas, zánganos y obreras. Al parecer, provocado por tres insecticidas que contienen nicotina entre sus componente, prohibidos en los 28 países de la Unión Europea pero que en Colombia se venden sin restricción a pesar de ser los sospechosos de haber exterminado ya el 34% de las colmenas.
“Si en Colombia las autoridades ambientales y agrícolas no intervienen inmediatamente el uso de los tres agroquímicos neonicotinoides derivados de la nicotina, imidacloprid, clothianidin y thiamethoxan, antes de cinco años podríamos entrar en una crisis alimentaria sin precedentes pues las abejas polinizan cerca del 80 por ciento de todas las especies vegetales que incluyen: frutas, leguminosas, nueces, los árboles de las selvas y el bosque”, indicó el ingeniero agrónomo y ecologista, Diego Betancourt Álvarez.
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El experto dijo que se requiere una pronta respuesta de las entidades que investigan el hecho para establecer la responsabilidad.
Si las plantas no tienen quién las polinice mueren, ya que es fundamental para que haya frutas, vegetales, por lo cual “la abeja juega un papel vital y la poliniza, gracias a lo cual se producen los alimentos, por eso es que son tan fundamentales en la salud de los habitantes de todo el planeta”, agregó Betancourt.
El especialista participó en el encuentro ambiental Seis Introducciones para un Diálogo y un Documental en el Gimnasio Moderno, donde dijo que estos peligrosos pesticidas son producidos por la multinacional suiza Syngenta y la alemana Bayer, las cuales fueron vencidas tras siete años de cabildeo por la ong Avaaz que reunió cinco millones de firmas hasta lograr que en mayo pasado fueran prohibidos en los 28 países de la Unión Europea, incluso que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, EFSA, apoyara la prohibición.
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“Si se extinguen las abejas se acaba la comida, es un gravísimo problema de orden nacional y global y estos agroquímicos, según investigaciones de varias universidades en Europa, Estados Unidos y Australia, son los responsables de esta hecatombe apícola global”, agregó Betancourt Álvarez. Evidenció que mientras en la Unión Europea prohíben estos químicos derivados de la nicotina, “aquí en la Caracas con 68 el Instituto Colombiano Agropecuario ha permitido que se vendan, debemos seguir el ejemplo de la Unión Europea”.
Betancourt forma parte, al lado de científicos como Jorge Reynolds, Julio Carrizosa, Manuel Guzmán-Hennessey, María Carolina Romero, Julio Cuenca, Ernesto Guhl y Paolo Lugari, del proyecto ambiental Futurible que se define como “un núcleo de ambientalistas y científicos, de pensamiento y acción, basados en la ciencia y la tecnología, cuyo norte es la educación ambiental de los colombianos, en especial los jóvenes”.
Explicó que esos tres productos tienen dos maneras de ser letales para las abejas: la primera, cuando son aplicados en los cultivos por aspersión, las moléculas flotan en el aire, se topan con las abejas que están volando, buscando flores con néctar, penetra por sus ojos, llega al sistema nervioso central, se desorientan, se confunden, no encuentran las colmenas y caen muertas.
Otra forma de actuar de estos agroquímicos, denominados sistémicos, es que penetran por las raíces, a los tallos y a las flores, y cuando las abejas encargadas de orear o chupar el néctar de esas plantas lo recogen contaminado, lo llevan a la colmena o panal y en ese momento sí contaminan toda la colmena, la cual se extingue de una vez, así esos agroquímicos acaban con colmenas enteras.
Alejandra Buitrago S.
Especial para Portafolio