Es innegable que, gracias al proceso de paz, que muchos no reconocen, empezó el debate postergado por décadas sobre temas trascendentales de esta nación. Y se abre esta discusión con el más sensible del país: la tierra. Como era de esperarse, salieron los de siempre a actuar, que, en términos sencillos, consiste en oponerse a cualquier cambio que les amenace su dominio total sobre este factor de producción. Pero lo positivo es que se empezó a mostrarles a los 50 millones de colombianos qué implica tener un Gini de la tierra muy cercano a 1 (0.87), que significa concentración total. Hoy, se sabe cómo algunos han logrado grandes extensiones de predios en tierras de las más productivas del país, como las de Córdoba; y cómo la agroindustria se ha vuelto exitosa en los Llanos Orientales.
El tema es cómo se va a manejar de ahora en adelante la nueva ruralidad, discutida en la Misión que convocó el gobierno y cuyos resultados se presentaron a la presidencia y a sus ministros en diciembre del 2015. Se debe reconocer que la brecha rural-urbana es la más grave que tiene el país y, por lo tanto, o se empieza a cerrar seriamente, o la productividad seguirá caída; la vergonzosa desigualdad económica y social de nuestra población no mejorará, y seguiremos siendo dos países diferentes sin esperanza de lograr una visión política común. Ya se sabe que la población rural es el 30 por ciento de los colombianos, y no solo esos 5 millones que se han tratado por todos con una despectiva frase: ‘el resto’.
La propuesta de una nueva ley para el ordenamiento social de la propiedad rural ha desatado la polémica de siempre; los grandes terratenientes de este país y la agroindustria han puesto el grito en el cielo, usando toda clase de argumentos, algunos absolutamente falsos. La expropiación de la propiedad fue reconocida por la Ley Agraria de 1936 bajo el principio de que el bien común prima sobre el bien privado, así que no es invento de este nuevo proyecto de ley. No es cierto que se haya establecido como mecanismo la extinción de dominio, y tampoco tiene en la lupa el latifundio ni la ganadería extensiva, donde todos saben están subutilizadas muchas de las mejores tierras del país. ¡Qué tal que sí se tocara este tema!
Pero el punto álgido es el de los baldíos de nación en manos de los miembros de la élite política y económica, las familias de siempre y la agroindustria. No puede ser posible que este país, donde estamos llenos de microfundios, esta ley facilite la apropiación de baldíos por parte de todos, menos de los campesinos y que de quienes las deberían recibir. Con ley o sin ley, esta apropiación de la tierra por parte de los grandes propietarios, no puede avalarse para no perder el apoyo de los siempre. No se deje chantajear presidente, porque si lo hace está sembrando la semilla del próximo conflicto.
Este país, que ya empezó a entender qué es vivir en democracia, sin ser estigmatizado como miembro de la guerrilla; está en la calle protestando, haciendo uso de su derecho como ciudadano. Si el ordenamiento social de la propiedad, propósito de la nueva ley, termina siendo el aval para aquellos que, por su poder, han acaparado los baldíos, se habrá perdido el primer punto de la negociación con la guerrilla, la Misión Rural y las buenas intenciones del gobierno para lograr un país menos injusto.
Después de haber aprobado los resultados de la Misión de Transformación del Campo, cuya prioridad era la pequeña agricultura, sin excluir la mediana y la grande, el gobierno sacó la Ley Zidres con el objetivo contrario de impulsar la gran agricultura. Ahora, señor presidente, llegó la hora de que el gobierno decida cuál es su prioridad. No se deje chantajear. Recuerde, los baldíos son los baldíos y ellos, con ley o sin ley, son para darles la tierra a quienes más lo necesitan. Esto es aún más cierto para miembros del Estado, exfuncionarios públicos y para quienes se han beneficiado en exceso de su poder en este país.
Sobre la tierra, llegó la hora de la verdad, señor presidente Santos. Si este tema –que es prioritario, si se quiere construir un nuevo país– no muestra ningún avance con respecto al pasado, toda la agenda del posconflicto fracasará. Por una sencilla razón: si ganan los que han acaparado la tierra en Colombia, ese país que creyó en la paz perderá la fe, y con ello se derrumbará el apoyo político que los grandes cambios requieren.
Exministra - Exsenadora
Presidente: baldíos son baldíos
No es posible que este país, donde estamos llenos de microfundios, se facilite la apropiación de baldíos por parte de todos, menos de los campesinos.
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