La reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos no tiene paralelo en el planeta, en lo que se refiere a convocar a la élite global. Y la edición del 2018, cuyas deliberaciones comienzan hoy, apunta a romper las marcas existentes, pues el nivel de asistencia supera todas las marcas anteriores, al menos en el campo político.
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Según la organización del evento, que celebra su edición 48, a la pequeña población ubicada en los Alpes suizos llegarán 70 jefes de Estado o de Gobierno, incluyendo diez de África, nueve del Medio Oriente y seis de América Latina, dentro de los cuales está Juan Manuel Santos.
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En lo que atañe a Europa, la lista es larga y va desde el francés Emmanuel Macron, hasta la británica Theresa May, pasando por el rey Felipe VI de España.
El discurso inaugural le corresponderá al primer ministro de India, Narendra Modi, mientras que la última intervención relevante será la de Donald Trump, que tendrá lugar el viernes en la tarde.
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Tener al actual ocupante de la Casa Blanca en un encuentro que gira alrededor de la globalización suena contradictorio, pero tal parece que el presidente estadounidense registró que en el 2017 la atención se la robó el chino Xi Jinping, por lo cual aspira a enviar el mensaje de ‘América primero’ ante una audiencia entre la que despierta sentimientos encontrados.
El motivo es que si bien la economía mundial marcha bien, las incertidumbres abundan. Más de uno se pregunta si Washington se convierte en un factor de inestabilidad tanto si decide expedirle la partida de defunción al Tratado de Libre Comercio de América del Norte –Nafta, por su sigla en inglés- como si determina aumentar la presión militar sobre Corea del Norte o cerrarle espacios a Irán, para solo mencionar un par de ejemplos.
No deja de ser curioso que cuando el unilateralismo parece estar de vuelta, un grupo de líderes tan numeroso esté bajo un mismo cielo.
Falta ver si el tema central de la reunión del 2018 ‘Creando un futuro compartido en un mundo fracturado’ cala entre los asistentes, o si después de cuatro días de innumerables conferencias, citas privadas y encuentros sociales, los cerca de 3.000 participantes concluyen que hay que darle una espacio a la acción colectiva, porque eso de andar cada uno por su lado no sirve para solucionar los retos comunes a todos los terrícolas.
UN BUEN VIENTO PARA LA ECONOMÍA GLOBAL
A primera vista es fácil creer que el ambiente este año en Davos es particularmente festivo, a pesar de que la cantidad de nieve en la presente ocasión hizo más complejo el arribo al lugar, como lo experimentaron centenares de delegados ayer.
La razón es que los tiempos recientes han sido buenos para la economía del planeta, según lo ratificó el Fondo Monetario Internacional al entregar la actualización de sus proyecciones en una rueda de prensa que tuvo lugar en la población suiza.
De acuerdo con la entidad multilateral, no solo el 2017 cerró mejor de lo que se esperaba con una expansión del 3,7 por ciento en el Producto Interno Bruto global, sino que el 2018 y el 2019 pintan bien, pues el crecimiento se estabilizaría en 3,9 por ciento.
El motivo principal de la apuesta más alta es la creencia de que la reforma fiscal en Estados Unidos impulsará en el corto plazo la dinámica económica, mientras los países emergentes se benefician de un aumento en el precio de las materias primas que exportan.
Sin embargo, el viento a favor está acompañado ceños fruncidos. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, una encuesta entre los integrantes de la élite muestra grandes inquietudes, pues 59 por ciento de los interrogados considera que los riesgos aumentarán este año, mientras que solo siete por ciento piensa que bajarán. Y esos riesgos no tienen que ver directamente con la economía o los negocios, en donde el panorama es relativamente tranquilo.
Los peligros están relacionados con el clima, el medioambiente y los desastres naturales; los ataques en el ciberespacio, el fraude electrónico y el robo de datos; o el uso de armas de destrucción masiva, como sucedería si Corea del Norte decide utilizar su arsenal nuclear.
A los anteriores hay que agregar la desigualdad en el ingreso y el riesgo de la automatización sobre el mercado laboral.
Las dudas tienen fundamento. En materia climática, los científicos han confirmado que el 2017 fue el segundo año más caliente desde cuando se llevan estadísticas al respecto, con la particularidad de que no hubo fenómeno de ‘El Niño’. Los tres huracanes de alto poder que devastaron amplias zonas del Caribe y generaron miles de millones de dólares en pérdidas para el sector asegurador confirman que los eventos extremos aumentan en frecuencia.
Por su parte, las cosas en el mundo virtual no están mejor. En la medida en que el número de aparatos conectados a internet crece rápidamente, también lo hace el atractivo para los criminales. La cantidad de virus informáticos, los intentos de penetrar los sistemas de cualquier organización o las estafas a millones de individuos a través de la red, vienen al alza. El costo de defenderse o de establecer protocolos más seguros no baja, para no hablar del balance que dejaron WannaCry y NoPetya, dos epidemias producto de los cibercriminales.
Y aparte de los peligros de una guerra regional o una intervención militar, vale la pena recordar que en lo que atañe a la economía y los negocios, todo está bien. En este contexto destaca el hecho de que las acciones llevan ocho años subiendo y aunque un nuevo récord en Wall Street siempre genera titulares, es válido preguntarse hasta dónde llegará el auge. Además, no se puede olvidar el elevado endeudamiento de los hogares o la posibilidad de que se revienten una o varias burbujas en China.
Todo lo anterior sirve para recordarles a los reunidos esta semana en Davos que la fiesta no durará para siempre. Y eso sin hablar de los posibles choques que pueden llegar en el largo plazo en un planeta que, a pesar de que la prosperidad está de vuelta, no encuentra su horizonte despejado.
Ricardo Ávila Pinto*
Director de Portafolio
Enviado especial a Davos