Como no se veía en más de 15 años, hubo saldo en rojo del comercio de Colombia con Estados Unidos, el cual superó los 2.000 millones de dólares al cierre del 2014.
Así se desprende de las cifras reveladas este jueves por la oficina de estadísticas estadounidense (US Census Bureau), según las cuales ese país compró 18.234 millones de dólares en productos colombianos, mientras que sus exportaciones superaron los 20.300 millones de dólares.
Aunque en diciembre las ventas colombianas a ese mercado reaccionaron un poco, no fue suficiente para compensar los números rojos del resto del año.
La viceministra de Comercio Exterior, Mariana Sarasti, explica que la caída en las exportaciones a ese país obedece a menores despachos de petróleo, principalmente por dos razones.
Una tiene que ver con que EE. UU. está demandando menos petróleo de otros mercados porque aumentó su producción, y el otro motivo es la caída en los precios internacionales. Este último factor también presionó una disminución en las exportaciones de oro.
“Es tal el impacto de estos dos productos que si se excluyeran, las exportaciones colombianas a Estados Unidos crecerían alrededor de 12 por ciento”, dijo.
Precisamente, más allá del lado al que se inclina la balanza, los datos muestran varias historias, entre ellas que la mayoría de importaciones son de materias primas y bienes de capital que no se producen en el país, y que la lista de bienes exportados viene en aumento.
Mientras que caen las ventas de petróleo, suben las compras de derivados del crudo, en particular las de gasolina, debido a la modernización de refinerías en el país.
En el sector agropecuario, que está moviendo volúmenes importantes de comercio, Colombia vende cada vez más frutas y vegetales, al tiempo que hubo incrementos marcados en las compras se maíz y trigo, y este año entrará arroz. Según el Ministerio de Comercio, esto se produce como consecuencia de que Estados Unidos está sustituyendo a otros proveedores de cereales, como Argentina. Algo similar pasa con los bienes agroindustriales, pues hay un fuerte intercambio de todo tipo de alimentos. La única diferencia es que Colombia no vende agua, hielo, arroz, algunos productos congelados y pollo.
Y en el tema de manufacturas, ambos mercados también logran complementarse en vez de competir con ciertos productos.
En la industria textil y marroquinería, EE. UU. provee unos insumos que necesita la producción colombiana y viceversa. En cuanto a los productos terminados, lo cual incluye ropa de hogar y prendas de vestir, también hay movimiento de un lado a otro, pero es mucho más lo que exporta Colombia.
Como se recuerda, los exportadores colombianos han encontrado nichos con oferta de muy alto valor agregado y calidad, por ejemplo vestidos de baño y ropa de uso especializado.
Igualmente, mientras Colombia compra algunos bienes e insumos fabricados con madera, es un proveedor importante de materiales de construcción hechos con esta y otras materias primas.
La excepción son los muebles de cualquier material, pues es mayor el volumen que llega de EE. UU. frente a lo que se vende.
Otros tipos de bienes en donde se ha visto una fuerte demanda en el mercado colombiano son el equipo de transporte y maquinaria que necesitan las empresas para sus procesos productivos, así como los artículos electrónicos, computadores y electrodomésticos que no se producen localmente.
EL TRABAJO PARA SUPERAR LAS BARRERAS
Hay varios temas que están impidiendo que el comercio con EE. UU. sea más dinámico. El director del Centro de Aprovechamiento de los Acuerdos Comerciales, Eduardo Muñoz Gómez, explica que se está tra- bajando en temas como capacitaciones a empre- sarios para que sepan los apoyos y beneficios para exportar bienes o servicios, pero también para asuntos como certificaciones y etiquetados. Además, es necesario resolver algunos líos de normas de origen, laboratorios, inspecciones, e incluso la escasez de mano de obra especializada en algunos sectores. Esto, sin contar con que hay empresarios que aún no se atreven a lanzarse, pues prefieren el mercado interno.
“El aprovechamiento debe mirarse con una visión de largo plazo. Hay ajustes en sectores, empresas e instituciones que solo tendrán un impacto visible pasado un mayor tiempo”, dice.
Luisa Gómez R.
Subeditora de Portafolio