Las principales autoridades económicas de los Estados Unidos coinciden en que lo peor de la crisis financiera quedó atrás. Sin embargo, los efectos de la crisis se verán reflejados en los estados financieros de muchos bancos por algún tiempo. Cada que surge una crisis de estas dimensiones es pertinente revisar los instrumentos disponibles para hacerle frente a las mismas, particularmente en una economía mundial cada vez más conectada y en la cual surgen permanentemente nuevos factores de volatilidad.
La estabilidad de las entidades financieras depende en buena medida de los efectos de la buena o mala política macroeconómica, así como de factores inherentes a las mismas entidades financieras y a la calidad de la regulación del sector.
Existe una gran discusión en la literatura internacional sobre si los salvamentos bancarios inducen o no a los administradores de las entidades financieras a incurrir en riesgos indebidos. Al respecto, existen dos posiciones opuestas: la disciplina de mercado debería conducir a las entidades que incurren en este tipo de riesgos a la liquidación y la otra posición hace énfasis en la necesidad de salvaguardar a toda costa la confianza en el sistema financiero que administra los ahorros del público y esta es la razón de la existencia de un seguro de depósitos. En el caso colombiano, la discusión no ha estado ausente.
Las dos últimas crisis financieras más severas que se han presentado en Colombia (1985 y 1997) surgieron al finalizar una fase del crecimiento del ciclo económico en la cual aumentó vertiginosamente la cartera y se descuidó la calidad de la evaluación de la misma. Sin embargo, en la primera crisis estuvieron presentes importantes factores de inadecuada administración de entidades financieras, mientras que la segunda coincide con el deterioro de la cartera hipotecaria, tal como ha venido ocurriendo en los E.U.
Para hacerle frente a la crisis de 1985 las autoridades tuvieron que diseñar un instrumento nuevo, no existente antes en Colombia, que fue la creación de Fogafin, entidad que administra el seguro de depósitos y que al mismo tiempo puede capitalizar entidades sin beneficiar administradores o accionistas irresponsables, o comprar cartera y otras operaciones afines.
En 1985 los accionistas de los bancos que pusieron en riesgo las entidades perdieron su participación al reducirse el valor nominal de la acción a un centavo. En cambio, las entidades privadas que tuvieron dificultades en 1997 recibieron créditos a través de títulos emitidos por Fogafin, ya que los accionistas en esta crisis no fueron los responsables de los problemas. Al mismo tiempo, en 1997 los deudores hipotecarios recibieron también una serie de alivios orientados a facilitar el pago de sus deudas.
Como se ve, uno de los temas más sutiles y difíciles de enfrentar en una crisis financiera es el salvamento de bancos sin incentivar el denominado "riesgo moral", que estimula a los accionistas de las entidades financieras a ser salvados a pesar de sus malas decisiones, o a los ahorradores a no vigilar en qué tipo de entidades colocan sus recursos.
Paradójicamente, el instrumento principal de intervención bancaria en E.U. es la administración de seguro de depósitos (FDIC) creado en la crisis de los años 20 del siglo pasado con la idea de liquidar los bancos en problemas y pagar a los depositantes hasta un máximo de cien mil dólares. Tan tarde como la década del 70, el Fdic entregó recursos a otro banco para salvar la confianza de los ahorradores del banco Continental Illinois. Por su parte, el Banco de la Reserva Federal es un Banco Central que normalmente se ocupa de la política monetaria americana y que desde la década del 80 viene teniendo una estrategia de inflación objetivo, utilizando la tasa de interés de intervención como instrumento principal de política. En el caso de la FED el objetivo principal es el control de la inflación, pero tiene también como misión asegurar el crecimiento económico. No ha tenido tradicionalmente instrumentos especiales para la administración de crisis bancarias diferentes de los cupos de liquidez para los bancos comerciales. Los bancos de inversión que administran fondos de inversionistas no han tenido acceso tradicionalmente a la liquidez de la Reserva Federal.
Como es sabido, uno de los factores que generó las condiciones de la crisis hipotecaria en los E.U. fue el bajo nivel de la tasa de interés inducido por la Reserva Federal para hacerle frente a la recesión del año 2001 en E.U., lo cual posibilitó la compra de inmuebles de todo tipo a tasas excesivamente bajas, incluyendo deudores hipotecarios que no tendrían la posibilidad de repagar. Si la compra de las hipotecas buenas y malas en E.U. se hubiesen efectuado solamente por las titularizadoras del gobierno, reflejando los precios correctos para la calidad de la hipoteca, la bola de nieve no se hubiese crecido probablemente. A cambio de lo anterior, los bancos vendieron la cartera hipotecaria buena y mala a fondos de cobertura que diseñaron "misteriosos" productos financieros denominados "derivados" que obraban el milagro de convertir una mezcla concentrada en cartera mala en un título de altísimo precio. Por supuesto, cuando los deudores hipotecarios masivamente no pudieron pagar se generaron pérdidas en los bancos de inversión y en los bancos que originaron las hipotecas.
La mayor tribulación de la Reserva Federal consistió en tener que diseñar precipitadamente un instrumento que permitiera el acceso de recursos de liquidez a un banco de inversión para comprar otro en el cual los inversionistas habían perdido su confianza. En efecto, la Reserva Federal autorizó la utilización de recursos federales para la compra del Bear Stearns, por parte del JPMorgan Chase. Aunque en este caso, los dos fondos que inicialmente hicieron crisis pertenecían al Bear Stearns por el diseño inapropiado de productos derivados, la Reserva Federal privilegió, como era necesario, la necesidad de evitar una crisis sistémica entre bancos de inversión.
Es importante resaltar que todo ésto ocurre también en un momento en el cual en la banca occidental predomina un ambiente de gobierno corporativo vigilado por comités de auditoria de los bancos y ocurre también en un momento en el que los bancos más importantes del mundo occidental diseñan modelos de riesgo inspirados en Basilea II, que probaron ser inocuos en este caso.
Ahora el Secretario del Tesoro de E.U. ha anunciado la necesidad de revisar la regulación bancaria, con el fin de prevenir nuevas crisis. Por supuesto, la buena regulación es uno de los requisitos de estabilidad financiera, pero la buena regulación no necesariamente es sinónimo de intervención de las autoridades, pero tampoco de ausencia de supervisión, o lo que es peor, del diseño de políticas macroeconómicas que induzcan crisis financieras.
En todo este contexto es bienvenida la política del Banco de la República en Colombia que oportunamente diagnosticó un crecimiento inusitado de la cartera de consumo y diseñó instrumentos que hasta el momento vienen mostrando su efectividad.
La perspectiva que la coyuntura internacional financiera ofrece al mercado por el momento es la de un proceso de evaluación de los controles y la regulación financiera que podría producir, no solo la seguridad esperada, sino enormes costos para pagar por esta seguridad, tal como ya ha ocurrido con las prácticas diseñadas para hacerle frente a los problemas de gobierno corporativo de comienzos de esta década.
Finanzas
21 may 2008 - 5:00 a. m.
La administración de las crisis financieras
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