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Carlos

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Finanzas

06 may 2008 - 5:00 a. m.

Aguas turbulentas

Aguas turbulentas

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06 may 2008 - 5:00 a. m.

Todo depende del cristal con que se mire. Esa es la conclusión que surge después de ver las opiniones dispares de los analistas internacionales, quienes han venido debatiendo si la economía de los Estados Unidos se encuentra en una recesión. La razón es que a pesar de las malas señales emitidas a lo largo de los últimos meses, los números indican que la suerte de la nación más poderosa del planeta todavía no está echada. Por tal motivo, hay quienes sostienen que pese a un innegable apretón, ese país va a poder evitar el destino apocalíptico anunciado hace poco, cuando estalló la burbuja en el mercado de la finca raíz y los balances de las entidades financieras empezaron a mostrar saldos en rojo.

Como consecuencia, es claro que el crecimiento global va a ser menor que en el 2007, pero que hay grandes posibilidades de que se acerque al 4 por ciento este año, incluso por encima del promedio de las pasadas tres décadas.

Eso no quiere decir, por supuesto, que el golpe no haya sido muy fuerte, aunque sí menor que el esperado. Por ejemplo, la economía estadounidense tuvo un aumento de 0,6 por ciento en el primer trimestre del 2008, una cifra muy baja pero mayor que los pronósticos y, sobre todo, en terreno positivo. Así mismo, la pérdida neta de puestos de trabajo en ese país durante los primeros cuatro meses del año afectó a 260.000 individuos, un número que resultó ser inferior a las predicciones.

Debido a ello, los puristas recuerdan que la definición tradicional del término recesión es la de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, algo que aún no ha ocurrido. En respuesta, otros recuerdan que existe un nuevo criterio que habla de "una declinación significativa en la actividad económica", adoptado por la entidad norteamericana que hace de juez en estas materias. Pero ese debate es un poco bizantino, teniendo en cuenta que el veredicto puede demorar un buen tiempo. Por tal motivo, lo importante es mirar si el chaparrón ya pasó o si vienen más tormentas en el horizonte.

Para responder, es posible afirmar que el temor de un diluvio universal quedó superado. Este consistía en una quiebra en cascada de los bancos contagiados por la crisis de las hipotecas, que habría afectado la confianza en el sistema financiero mundial y ocasionado una parálisis profunda en todos los confines del planeta. Pero la decisión de los bancos centrales de Estados Unidos y Europa de proveer liquidez a toda costa, rompiendo incluso con décadas de ortodoxia, disipó rápidamente las inquietudes en ese sentido. Gracias a ello, parecería empezar a brillar la luz al final de túnel. La semana pasada el Banco de Inglaterra calculó que las pérdidas conjuntas del sistema financiero llegarían a 380.000 millones de dólares, una cifra inmensa, pero muy por debajo de los 945.000 millones estimados por el Fondo Monetario Internacional hace un mes.

Superado el peor peligro, el desafío de las autoridades es otro.

Ahora se trata de devolverles la confianza a los consumidores en los Estados Unidos, cuyas expectativas están por el suelo y que han decidido restringir sus gastos. En este sentido, la decisión del Congreso de ese país de aprobar un importante paquete de alivios debería traducirse en mayores compras, pero eso todavía está por verse. También resulta fundamental que dejen de caer los precios de la vivienda, pues la posibilidad de más rebajas ha generado un círculo vicioso en el cual las transacciones se han desplomado y es imposible comenzar nuevas obras. En este escenario tampoco ayudan los precios de la gasolina, que se han duplicado frente a los niveles de hace un año. Aunque esa circunstancia ha beneficiado a todos los productores, incluido Colombia, el espectro de la mayor inflación y de la volatilidad en las cotizaciones, asusta a más de uno.

Por tales motivos, es imposible dar un parte de tranquilidad, si bien la peor amenaza quedó atrás. Incluso los más optimistas reconocen que faltan meses de travesía por aguas turbulentas, antes de que la nave de la economía mundial llegue a puerto seguro.

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