El Fondo Monetario Internacional ha sorprendido con una noticia buena y otra mala. La buena es que la recuperación de la economía mundial pinta mejor que lo previsto, con un crecimiento estimado de 4,2 por ciento este año. La mala es que Colombia se está colgando en ese proceso, con un crecimiento proyectado de 2,2 por ciento que contrasta con el 4 por ciento de América Latina.
Las causas de este tropiezo radican en el deterioro laboral y en la escasa conexión de nuestras exportaciones con los mercados más dinámicos del mundo. Ante esta realidad cobran especial relevancia las conclusiones de dos ejercicios analíticos recientes: la Misión de Política Exterior y un foro con los candidatos presidenciales organizado por la Cámara de Comercio de Barranquilla, la CAF y Fedesarrollo.
Ambas iniciativas coinciden en su diagnóstico: la economía colombiana está muy atrasada en su proceso de internacionalización, lo que significa que estamos sacrificando oportunidades de crecimiento. La evidencia empírica muestra que las economías más dinámicas del mundo están abiertas al comercio internacional. Todos los países que crecieron a tasas sostenidas superiores a 7 por ciento anual durante los últimos 25 años del siglo pasado están mucho más abiertos que Colombia.
A modo de ejemplo, la participación de las exportaciones en el PIB de Colombia es la mitad de la de China, la tercera parte de la de Corea del Sur y la cuarta parte de la de Tailandia. ¿Y cómo está nuestra internacionalización comparada con la de otras economías de América Latina? Bastante mal. Las exportaciones colombianas por habitante ascienden a menos de la tercera parte de las chilenas, y a menos de la mitad de las mexicanas o las costarricenses.
Y a pesar de las quejas cotidianas contra las importaciones, seguimos teniendo una de las economías más cerradas de la región: las importaciones por habitante de Colombia equivalen a la cuarta parte de las de Costa Rica y a menos de la tercera parte de las de México o las de Chile.
Así es la cosa: por andar protegiendo intereses particulares estamos sacrificando oportunidades de crecimiento para todos. Para revertir esa situación hay que trabajar en varios frentes. Aparte de cuestiones obvias como la necesidad de lograr la ratificación del TLC con Estados Unidos y de desarrollar nuevos mercados para los productos perjudicados por el cierre del mercado venezolano, hay que adoptar otras medidas.
Es necesario revertir la revaluación del peso, con una regla fiscal que discipline el gasto del Gobierno. Es fundamental estrechar lazos con Asia, motor mundial en este siglo, acelerando la actual negociación de un TLC con Corea del Sur, y siguiendo después con acuerdos similares con Japón, Singapur y China. Hay que simplificar la estructura de nuestros aranceles y reducir su nivel promedio.
Finalmente, es imperativo desmontar los aranceles variables del sector agrícola, que favorecen cultivos ineficientes en detrimento de productos con potencial en el mercado mundial. Es inaceptable que mientras se dispara la demanda por alimentos en el mundo, Colombia tenga ociosas tres partes de su área cultivable.
La adopción de estas medidas exige un gran esfuerzo político, tan grande como el hueco en que estamos atascados al ocupar el undécimo lugar en América Latina en apertura exportadora y en penetración de importaciones. Y todavía hay quienes se preguntan qué podemos hacer para crecer...