Ha pasado ya más de una semana desde la celebración de las elecciones regionales y municipales en las cuales más de 15,1 millones de colombianos votaron por las personas de su preferencia en todo el territorio nacional. Y aparte de los nombres escogidos, o de los pocos casos que están en vilo debido a la presentación de demandas e impugnaciones, resulta llamativo constatar que, lejos de disminuir, la temperatura política sigue elevada en el país. La razón tiene que ver, ante todo, con los mensajes emanados de la Casa de Nariño, que volvió a romper viejas costumbres, según las cuales los presidentes apenas se congratulaban por el buen resultado de los comicios y daban por cerrado ese capítulo. Pero fiel a su costumbre de agitar a la opinión, Álvaro Uribe decidió desairar al alcalde electo de Bogotá, Samuel Moreno Rojas, y a renglón seguido enviar mensajes crípticos sobre la posibilidad de aspirar a una nueva reelección en el 2010. En el primero de los casos, el Presidente no llamó a felicitar ni invitó de manera inmediata a su oficina al designado para ocupar el que es considerado el segundo cargo del país. En contraste, habló con otros elegidos y vio como a su despacho llegaba el recién escogido Gobernador de Antioquia. En segundo término, ante una pregunta hecha por alguien de su bancada, Uribe dijo que estaría dispuesto a repetir mandato únicamente ante la posibilidad de una hecatombe, con lo cual generó más dudas que certezas. La combinación de ambos sucesos presenta nuevas inquietudes en un país que ha tenido un año particularmente convulsionado en materia política, debido a las investigaciones adelantadas por la Corte Suprema de Justicia que han desembocado en el encausamiento de cerca de 40 congresistas por sus presuntos vínculos con grupos paramilitares. De tal manera, lo que para algunos es una cortina de humo destinada a desviar la atención sobre personas que en su mayoría pertenecen a la coalición uribista, para otros es un genuino interés de mantener el legado de un mandato que sigue siendo inmensamente popular entre los colombianos. Bajo esa lógica, hay quienes creen que es completamente legítimo que el Jefe del Estado asuma personalmente una actitud más combativa que la que es tradicional, consistente en defender una manera de pensar que se contrapone con los planteamientos de la izquierda democrática. De hecho son pocos los que dudan que tales posturas cuentan con un respaldo mayoritario, dada la favorabilidad que tiene Álvaro Uribe en las encuestas. Sin embargo, en un escenario menos apasionado, hay preocupaciones válidas nacidas de la actitud presidencial. Tal es el caso de las consecuencias institucionales que puede tener la manera de ser de un mandatario que en lugar de mantener distancia e imparcialidad, controvierte a las Cortes o a los candidatos que no son de sus afectos. De la misma manera, existen dudas sobre las relaciones con un Congreso en el cual la bancada del Gobierno está dividida frente al tema de la reelección. Aunque por ahora la vía escogida es la del referendo, es sabido que el legislativo tiene cartas en el asunto y que ese debate puede entorpecer la discusión de proyectos de ley importantes tanto en el campo económico como social. Por último están los temores que puede generar la volatilidad política en campos clave para la economía, como la actitud de los consumidores o las decisiones de inversión de los empresarios. En los últimos tiempos, y a pesar de lo caldeado de los acontecimientos, ese efecto ha sido imperceptible. No obstante, nadie pone en duda que un clima agitado es menos propicio para fomentar la confianza y los buenos negocios, que uno tranquilo. Debido a ello, hay que hacer votos para que la verbosidad presidencial vuelva a un tono moderado y que el Jefe del Estado regrese a comportarse como el representante de todos los colombianos y no solamente de sus partidarios. No está de más desear que retorne el lema de trabajar, trabajar y trabajar, ojalá en un ambiente de mayor concordia y entendimiento que en el pasado reciente. No está de más desear que regrese el lema de trabajar, trabajar y trabajar, ojalá en un clima de mayor concordia que en el pasado reciente.
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05 nov 2007 - 5:00 a. m.
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