Cuando una recesión parece inminente, el impulso natural es deshacerse de una del portafolio en renta variable, con el propósito de entrar con toda la fuerza cuando la recuperación luzca evidente.
El profesor Jeremy Siegel -a quien alguna vez acudimos al establecer la bondad de la inversión en acciones para el logro de objetivos financieros de largo plazo- calcula que quien tuvo la magia de anticiparse cuatro meses a cada uno de estos cambios hubiese obtenido ganancias adicionales de hasta 4,8 por ciento anuales en relación con la estrategia clásica de comprar y mantener. Este clarividente habría triplicado sus ganancias en períodos de 30 años.
Como hecho curioso, el profesor nos aclara que la agencia encargada de definir el ciclo económico no es una de tantas entidades gubernamentales sino una privada, compuesta por académicos (Nacional Bureau of Economic Research) y que al contrario de lo que comunmente se piensa, no existe una sola medida para determinar su comienzo y su fin. Toman en cuenta cuatro factores: empleo, producción industrial, ingresos personales y niveles reales de todo tipo de ventas.
Por cuestión de política y por la complejidad involucrada, jamás se apresuran a publicar esos cambios.
Hasta la fecha jamás se han visto obligados a reversar su diagnóstico y una de sus metas es lograr que así siga siendo. Por ejemplo, el pico económico de julio de 1981 no fue oficialmente anunciado sino en enero del año siguiente. Y el punto más bajo, que habría de producirse en noviembre un año más tarde, no fue anunciado oficialmente sino en julio de 1983.
Más recientemente, el pico alcanzado en marzo de 2001 no sería anunciado sino hasta noviembre de ese año.
Para quien busque adaptar su portafolio de acuerdo con estos cambios, no es conveniente entonces esperar el anuncio oficial.
Como se mantienen poco sincronizados, no resulta sencillo establecer correlaciones entre el ciclo económico y el mercado de acciones.
El fenómeno
Por una parte, las recesiones no resultan un fenómeno de tanta ocurrencia. Desde aquella tan drástica entre 1973 y 1975, apenas cinco han sido declaradas en la economía de Estados Unidos y diez desde la Segunda Guerra Mundial. Por otra, podría preverse que un mercado tan eficiente debería anticipar en gran parte la corrección correspondiente a una eventual recesión mucho antes de hacerse oficial su existencia. La historia reciente no confirma siempre estos hechos.
De acuerdo con una nota de Mark Gongloff, en el Wall Street Journal de enero 14, durante aquella recesión de los años setenta, originada en parte por los precios del petróleo durante el conflicto árabe-israelí, el índice S&P 500 cayó 25 por ciento. Su efecto sobre la bolsa fue mucho más prolongado ya que ésta llegó a perder hasta 48 por ciento.
Lo curioso durante la ocurrida entre 1990 y 1991, casualmente originada por una crisis en el sector hipotecario y de vivienda, fue que el mercado accionario subió y no se produjo un mercado a la baja, definido como una caída superior al 20 por ciento.
Durante la de 2001-2002 -la de la burbuja en tecnología, la del 11 de septiembre y la que más tiempo tomó en recuperarse- ese índice cayó solamente un 8 por ciento. Pero la caída de la bolsa se inició en enero 15 del año anterior y terminó en octubre 9 de 2002, período durante el cual el índice S&P 500 llegó a perder 49 por ciento.
Todo esto confirma que la economía y el mercado de acciones no siempre trabajan en llave. Como escribió alguna vez Paul Samuelson, "el mercado de acciones ha vaticinado correctamente nueve de las cinco últimas recesiones".
Retomando el análisis del profesor Siegel en su libro Stocks for the Long Run y su recopilación de datos a través de más de doscientos años de historia, se obtienen más enseñanzas.
Verano de 1987, relata el profesor, durante un episodio de la vida real. Un reconocido economista se dirige a analistas financieros, asesores de inversiones y corredores de bolsa.
El mercado de acciones se encuentra en niveles máximos, se registran nuevas marcas casi todos los días. Aunque las relaciones precio/ganancias están disparadas, todo parece perfecto.
¿Se justificaba ese gran optimismo? Sí, de acuerdo con el conferencista invitado. Calculaba que el producto interno seguiría creciendo a un ritmo adecuado, no vislumbraba recesión alguna por lo menos en tres años, las utilidades de las empresas deberían seguir creciendo por encima del diez por ciento y el candidato republicano, tan popular dentro de esta audiencia tan conservadora, tenía prácticamente asegurado su entrada a la Casa Blanca.
Sin embargo, solo un par de meses más tarde el mercado de acciones habría de sufrir una de sus más fuertes caídas de toda su historia, incluyendo ese 23 por ciento en octubre 19 del año en cuestión. Tal como ocurrió al cabo de unas pocas semanas, la mayoría de las acciones podían adquirirse por la mitad del precio con respecto al día de la charla. Y lo peor, el conferencista estaba en lo cierto en todos sus puntos.
Todo lo anterior, siempre de acuerdo con el profesor Siegel, no implica que se deba desestimar el ciclo económico al establecer portafolios. El valor de las acciones tiene mucho que ver con las utilidades de las empresas, las cuales a su vez dependen en gran parte de ese ciclo económico.
La historia
Desde 1802 hasta 2001, en Estados Unidos han ocurrido 42 recesiones, de 18 meses de duración en promedio. Los períodos de expansión han tomado 38 meses en promedio aunque a partir de la Segunda Guerra Mundial éstos han aumentado a 50.
Aunque siempre habrá falsas alarmas -desde la segunda guerra, se han producido 10 caídas superiores al 10 por ciento sin que hayan sido acompañadas de recesión alguna- lo cierto es que a través de la lectura del libro queda claro que antes de una recesión, las acciones casi siempre se caen y empiezan a crecer vigorosamente antes de la recuperación.
En efecto, el 93 por ciento de las recesiones ha sido acompañado de caídas previas de 8 por ciento o más en el mercado de acciones. En los últimos tiempos, el mercado de acciones alcanzó su nivel máximo en períodos comprendidos entre 0 y 13 meses antes del comienzo de cada una de ellas.
En igual forma, la bolsa siempre se ha recuperado primero, en un período promedio y bastante uniforme de 5 meses. A partir de sus puntos mínimos, el mercado de acciones ha subido en promedio 24 por ciento hasta cuando se anuncia oficialmente el final. Si el inversionista espera ese anuncio, habrá desaprovechado un tiempo precioso.
Si se pudiesen predecir los ciclos económicos, sería fácil superar la estrategia de comprar y mantener acciones, aquel principio básico tan universalmente aceptado. Pero no es tarea fácil. Habría que identificar los cambios antes de que ocurran, una habilidad que muy pocos, o quizás nadie, ha demostrado tener.
Quizás recuerden el libro ¿Y donde están los yates de los clientes? que mencionábamos en otra ocasión. Es mucho más sabio su consejo, ofrecido en 1940: "Cuando todo el mundo esté enloquecido comprando acciones, venda las suyas. Sin duda subirán más, pero no le haga caso. Cuando se presente una catástrofe adquiéralas nuevamente, aunque puede estar seguro que seguirán bajando. Si practica este consejo a lo largo de su vida, posiblemente morirá millonario".
Finanzas
02 may 2008 - 5:00 a. m.
¿Anticiparse a la hora de invertir?
Si se pudiesen predecir los ciclos económicos, sería fácil superar la estrategia de comprar y mantener acciones. Pero no es así.
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