Sin embargo, son muchas las diferencias con la convocatoria de 730 delegados de 44 naciones aliadas en un pequeño pueblo del estado norteamericano de New Hampshire, en 1944. En ese momento, con la Segunda Guerra Mundial en su etapa final, era claro que el mundo necesitaba instituciones multilaterales fuertes para definir reglas comunes en lo económico y bases para apoyar a las naciones destruidas por el conflicto bélico. Fue así como nacieron el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, más conocido como el Banco Mundial, y el Fondo Monetario Internacional. Todo ocurrió al cabo de meses de trabajo técnico y bajo la égida de Estados Unidos, consolidado como la única gran potencia de occidente. Ahora, sin embargo, las cosas son a otro precio. No solo la preparación del encuentro ha sido poca, a pesar de las discusiones que han adelantado los países involucrados, sino que el equilibrio del poder ha cambiado. Un estudio de la Brookings Institution revela que entre 1960 y 2000 las naciones pertenecientes al Grupo de los Siete (Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Japón, Italia y Estados Unidos) aportaron dos terceras partes de la economía mundial, pero que a partir del nuevo siglo esa proporción ha venido bajando hasta caer por debajo del 60 por ciento en la actualidad. De hecho, el cálculo es que para el 2030, apenas un 30 por ciento del PIB de la Tierra tenga que ver con el G-7, mientras que Brasil, Rusia, India y China, conocidos como los Bric, aportarán una proporción creciente, al igual que otros territorios emergentes. En consecuencia, resulta apenas lógico que cualquier discusión sobre el futuro reconozca que las cosas son diferentes. El problema comienza a la hora de analizar las reformas. Aunque hay acuerdo en que el FMI necesita un refuerzo y que debería haber normas generales en el campo financiero para evitar los abusos, a la hora de entrar en los detalles el debate se empantana. Parte tiene que ver con la lucha de egos, en lo cual se destaca la rivalidad entre el primer ministro británico Gordon Brown y el presidente francés Nicolas Sarkozy. Pero si a lo anterior se le agrega que Bush está a punto de dejar el cargo, que los chinos desean mayor espacio y que América Latina, representada por Brasil, México y Argentina, no llega con una posición conjunta, las posibilidades de un consenso son pocas. Por tal motivo, lo mejor es no ver la reunión en Washington como el punto culminante de un proceso, sino como el de partida. Si algo dejó en claro la fracasada Ronda de Doha en el seno de la Organización Mundial de Comercio, es que estas negociaciones a múltiples bandas son complejas, largas y a veces terminan en fracaso. No obstante, ojalá acabe apareciendo el humo blanco. La razón es que si algo demuestra la situación actual, es que las cosas están desbalanceadas y que para llegar a un equilibrio no solo es necesario que los habitantes de occidente gasten menos y los de oriente más. También resulta indispensable que el sistema multilateral tenga más dientes y recursos para no resultar avasallado por los banqueros privados o por los intereses de uno que otro gobierno. Así mismo, es fundamental una mejor supervisión financiera, diseñar mecanismos de estabilización de las economías emergentes y no olvidar la lucha contra la pobreza. Dicho en otras palabras, la agenda es amplia y los desafíos son muchos, motivo por el cual la cena de hoy es, realmente, un abre bocas. '' La reunión en Washington de los mandatarios de las nacio- nes pertenecientes al Grupo de los 20 es importante, pero falta camino para que lleguen los acuerdos.WILABR
Finanzas
14 nov 2008 - 5:00 a. m.
Apenas el comienzo
La llegada de los líderes de 19 países a Washington, que esta noche cenan con George W. Bush en la Casa Blanca, ha sido seguida con expectativa en todas las latitudes. Al fin de cuentas, es la primera vez que el llamado Grupo de los 20 tiene una reunión a nivel de jefes de Estado, aparte de la difícil tarea de hablar sobre la arquitectura financiera del planeta. La cita tiene lugar con posterioridad a la crisis que tiene postradas a las economías más ricas del globo y que ha empezado a contagiar a las menos desarrolladas, motivo por el cual se ha dicho que el encuentro equivale a un segundo Bretton Woods.
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