Dos hechos conmovieron a la sociedad argentina, al comienzo del 2010. Por un lado, la muerte -anunciada- del ídolo de los 70 Sandro, y por otro lado la destitución y posterior restitución en su cargo, del Presidente del Banco Central. La causa del primer evento fue una irreversible complicación de males y la causa del segundo, una cadena de errores de casi todos los protagonistas involucrados para terminar por configurar un panorama desastroso. Todo comenzó con la decisión de la Presidenta de remover de su cargo al Presidente del Banco (el equivalente a nuestro Jota Uribe). A primera vista esta decisión sería un grave atentado contra la autonomía del banco Emisor. Sin embargo, hay que aclarar que en Argentina el Presidente (gerente general) del Banco depende jerárquicamente del Jefe del Estado y es nombrado directamente por éste. En el país austral la autonomía está basada en el hecho de que para que el o la Jefe del Estado pueda remover al Presidente del Banco, se requiere un concepto no vinculante de una comisión de miembros del Senado. Parecido a Colombia donde en muchos procesos es requisito un concepto previo de la Procuraduría, que en la mayoría de los casos termina siendo un saludo a la bandera. Por estar el Congreso en época de vacaciones dicho concepto no existió y de ahí la posterior decisión de una jueza de reintegrar al Gerente destituido. Más que un asunto de autonomía, terminó siendo un problema de índole laboral. La justificación por parte de la Presidenta argentina para deponer a su subalterno fue la negativa a darle cumplimiento al decreto presidencial de entregarle a título de préstamo al Gobierno central, una doceava parte de las reservas internacionales con el fin de atender compromisos de deuda externa, o sea con efecto monetario neutro en el frente interno. Lo que no se ha dicho de una manera muy clara es que a su vez la conducta del funcionario surgió luego de haber tenido una reunión semiclandestina con los líderes de la oposición (los Robledo y Petro de allá) que tradicionalmente habían sido sus principales críticos. Para enrarecer aún más el ambiente, el Vicepresidente en ejercicio (el homólogo de nuestro Francisco Santos con aspiraciones presidenciales) tomó partido a favor del funcionario y en contra del Gobierno, en tanto que la Presidenta del gremio de las entidades financieras (como quien dice la María Mercedes Cuéllar de allá) respaldó a la Presidenta del Gobierno, no por solidaridad de género sino por considerar que con su conducta el funcionario de marras estaba poniendo en riesgo la estabilidad del sistema financiero. Para guión de una telenovela, mejor imposible. Como se desprende de este resumen, las consideraciones y las consecuencias económicas brillaron por su ausencia en todo momento. Al fin y al cabo no era la primera vez, pues en el 2005 y en cuantía de 9.500 millones de dólares el Gobierno argentino con reservas del Banco Central, canceló en su totalidad la deuda vigente con el FMI y nadie a nombre de la comunidad internacional dejó sentir su voz de protesta. Más preocupación debería suscitar la noticia suministrada por el Banco de la República en Colombia, según la cual en el 2009 el Banco compró en el mercado secundario TES por más de tres billones de pesos. Este monto inusual y desproporcionado frente a periodos anteriores está en el límite de lo que podría considerarse una emisión disfrazada para financiar por la puerta de atrás el déficit del Gobierno Nacional. gpalau@urosario.edu.co "Dos hechos conmovie- ron a la sociedad ar- gentina, al comienzo del 2010. La muerte de Sandro y la destitución y posterior restitución de su cargo del Presidente del Banco Central.EDISAR
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18 ene 2010 - 5:00 a. m.
Autonomías en entredicho
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