Honduras cumple mañana un mes con dos presidentes: el derrocado Manuel Zelaya, en el exilio, y Roberto Micheletti, designado por el Parlamento, aunque sin el reconocimiento de la comunidad internacional.
La situación se torna cada vez más tensa e involucra nuevos factores desestabilizadores. Ayer, luego de una nueva jornada de protestas por parte de los seguidores de Zelaya, en Tegucigalpa, la Policía hondureña denunció que en una movilización en la frontera con Nicaragua, supuestamente hubo financiación de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), según documentos decomisados el fin de semana a un político vinculado al Mandatario derrocado.
Este hecho le imprime un nuevo elemento de tensión no solamente en ese país centroamericano, sino en la región, pues se produce en momentos en que Colombia insiste en acusar a Ecuador y Venezuela de tener permisividad con ese grupo guerrillero.
El Gobierno de Micheletti sostiene que está abierto al diálogo propuesto por el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, pero ratifica que si Zelaya ingresa a territorio hondureño será capturado.
Al Mandatario depuesto se le acusa de violar la Constitución al intentar celebrar el 28 de junio una consulta para promover una Asamblea Constituyente, que había sido declarada ilegal por los órganos del Estado.
Por ahora, el destituido gobernante sigue anunciando que volverá a su país con el objeto de retomar el poder.
Micheletti ha ofrecido renunciar si Zelaya desiste de volver al país, lo que abriría la puerta para que un tercero ocupe la Presidencia.
La propuesta de Arias incluye el regreso condicionado de Zelaya, pero éste la rechazó y dio por fracasado el debate, en tanto que Micheletti también se niega al retorno del depuesto Presidente.
