Tras un cuarto de siglo de carrera en la Fundación Social, el economista Eduardo Villar asumió la presidencia de una entidad que controla empresas que tienen 11 billones de pesos en activos y cerca de 8.000 empleados.
Ahora, el conglomerado empezará a ampliar su radio de acción. Sobre ese y otros temas, Villar habló en exclusiva con Portafolio.
Contra lo que puede ocurrir en otras organizaciones, su llegada a encabezar la Fundación Social parecía estar programada desde hace tiempo…
Esta institución, por su naturaleza particular, tiene como una de sus mayores prioridades el fortalecimiento y la preservación de la cultura, que se da en las personas.
Entonces, el que existan rutas de sucesión, el que las personas vayan asumiendo los cargos viniendo de adentro, es algo que ha sido política de la institución siempre.
Cuando habla de la institución, ¿a qué se refiere?
Estoy hablando de la Fundación Social y sus empresas, que son el Banco Caja Social Colmena, Colmena seguros de vida riesgos laborales, Colmena fiduciaria, Colmena capitalizadora, Deco -firma constructora-, Corporación Servir y dos fundaciones que si bien no hacen técnicamente parte del grupo, sí comparten la unidad de dirección de propósitos.
Existe la impresión de que después de una época de crecimiento rápido, este se detuvo. ¿Es válida?
Sí. Yo diría que en la época moderna, porque tenemos 102 años, ha habido dos momentos de crecimiento importante. Uno muy acelerado, en la segunda mitad de los setentas y primera parte de los ochentas. Luego hubo otra expansión menos veloz en la primera parte de los noventas, fundamentalmente ligada a la Ley 100. En este siglo, la prioridad ha sido el fortalecimiento patrimonial y la consolidación. Hoy, la situación económica de la Fundación es la mejor en su historia y tenemos una capacidad de inversión importante que empezaremos pronto a utilizar.
¿Qué están mirando?
Temas distintos a los que están viendo otras organizaciones, y eso se deriva de que nuestra naturaleza es diferente. Tenemos una actividad empresarial que es importante, pero que es un medio y no un fin. Nuestro fin es tratar de producir un impacto en la sociedad.
¿Cómo?
En dos sentidos. Una, oportunidades de fortalecimiento en los negocios en que estamos. La segunda consiste en que está tomada la decisión de buscar expansiones en otros sectores con una particularidad: queremos iniciar o unirnos a emprendimientos en actividades que tengan un componente verdaderamente innovador en términos de impacto social e inclusión.
¿Por ejemplo?
El sector agropecuario: Colombia tiene que acordarse de que el campo existe y creemos que allí hay una inmensa necesidad de desarrollos empresariales. La actividad de construcción, que siempre ha sido parte de nuestro oficio, pero en la cual también queremos dar pasos innovadores, tanto en el tema de provisión de vivienda como en la forma en que se hacen negocios.
¿Qué más?
Miramos la actividad de salud, no en el frente de aseguramiento. No descartamos algo en infraestructura, pero nos interesan proyectos un poco menores en geografías o comunidades en las cuales ciertos requerimientos se han vuelto fundamentales para el desarrollo. Estamos mirando el tema de potabilidad de agua, de cara también a comunidades que tienen gravísimos problemas en esa dirección.
¿Cuáles serían los vehículos para participar en esos campos?
Creación de empresas o vinculación a actividades existentes que estén necesitando un impulso de capital y de capacidad de gestión, que es lo que nosotros podemos aportar.
¿Tienen algún monto estimado de lo que pueden valer esas inversiones?
No, porque detrás de todo hay un componente de innovación, y uno no puede saber a qué ritmo lo logre capturar. Sí diría que la Fundación tiene una capacidad de inversión que podría estar en el orden de 1 billón de pesos. No estoy diciendo que vamos a utilizarla toda en este tipo de proyectos, pero sí estamos dispuestos a apostarles de manera creciente.
¿Quiere decir eso que hay un cambio de foco con respecto al sector financiero?
No, el sector financiero sigue estando en nuestro ADN, es parte fundamental de lo que la Fundación ha sido, fue y espero que siga siendo. El corazón de esta institución estuvo desde un comienzo en el sueño que tenía Campoamor en torno al potencial de desarrollo que tenían los ahorros populares.
¿Hay un nicho más pequeño para esa labor?
Sí y no. Sí, en la actual generación de profundización financiera.
Actividades en las que nosotros fuimos pioneros, y que por mucho tiempo escuchamos decir que no tenían sentido bancario, pero que hoy están de moda y tratan de ser imitadas.
Sin embargo, uno no podría pensar que esa es la última generación. ¿Cuál es la siguiente etapa en servicios financieros para los sectores populares? Porque el hecho de que haya aumentado de manera importante el número de colombianos ligados al sector financiero es bueno, pero de ahí a demostrar que esa fue la palanca para su desarrollo hay una distancia grande. Nosotros seguimos teniendo allí un desafío enorme que es el que estamos tratando de abordar.
¿Cómo ven la evolución del país?
En un tono positivo, pero menos optimista que muchos. El cambio cualitativo es grande, pero con facilidad caemos en la ilusión y la euforia de que los problemas estructurales están resueltos. La economía ha tenido un buen desempeño, montada sobre fundamentales que son frágiles.
En lo social, es incuestionable que ha habido una disminución importante de la pobreza apoyada en un modelo asistencial y en dinámicas de crecimiento de la economía.
El problema de la exclusión continúa sin ser resuelto. El entorno político no es el mejor y no me refiero tanto a la coyuntura, sino a que los partidos siguen atomizados, sin ideologías. Estamos lejos de construir un verdadero pacto social que realmente nos comprometa más allá de las conveniencias electorales del momento.
Ricard Ávila Pinto
Director de Portafolio