Una de las mayores inversiones que están haciendo hoy los colombianos es en sí mismos. Por eso, a la primera oportunidad, tras tener la preparación suficiente, alzan vuelo en busca de un terreno más abonado para iniciar su vida profesional o laboral.
El fenómeno, conocido como migración interna, es el principal 'culpable' de que el capital humano más calificado se concentre en las ciudades grandes y prósperas.
Ese es el tema del trabajo llevado a cabo por Julio Romero, investigador del Centro de Estudios Económicos Regionales del Banco de la República.
El trabajo confirma que la migración interna está propagada. Hay 10 millones de colombianos (el 22 por ciento del total de la población) que viven en un lugar distinto al que nacieron.
Y es que, de acuerdo con el investigador, "migrar es una decisión similar a la de invertir. Las ganancias de las oportunidades tienen valor económico".
Especialmente porque, en la actualidad, los migrantes están participando más en el mercado laboral de las cuatro principales ciudades en el país que los acogen, que los que nacieron en ellas.
El caso más representativo es el de Bogotá, en donde solo el 52,5 por ciento de sus habitantes son nativos.
Es decir, un 47,5 por ciento es producto de la seducción que provocan las ciudades más grandes del país, y un 6,8 por ciento de ellos todavía no ha definido si se arraigan o prefieren regresar a su patria chica.
Comúnmente se cree que el migrante llega para engrosar los cinturones de miseria o a trabajar en la informalidad, pero no.
El estudio concluye que, aunque el arranque laboral lo hacen los migrantes en el sector informal, posteriormente pueden alcanzar desarrollos mayores que los propios nativos.
"La investigación -dice su autor- evidencia el éxito económico que tienen individuos nacidos en la periferia colombiana, que cuentan con educación universitaria y que en algún momento de sus vidas migraron hacia Bogotá".
Lo que se impacta
El impacto no es solo social -para las familias que participaron con su apoyo en su partida, con la esperanza del retorno-, también lo es para la región, a la que le van quedando menos habitantes que impulsen el consumo o la tributación.
Más aún si, de acuerdo con la investigación, "las ciudades receptoras, como Bogotá, no solo albergan un mayor número de migrantes, sino también los más calificados".
Son más productivos
Migrantes toman más riesgos.
La investigación de Julio Romero establece que los migrantes tienen capacidades para llegar a ser los protagonistas. "Contrastados con la población en su lugar de origen, son más productivos, toman más riesgos y son más educados. Una vez se comparan con los nativos, los migrantes asalariados podrían tener inicialmente ingresos bajos, diferencia que se reduce con el tiempo de residencia".
Las razones de ese emprendimiento están ligadas a las características de los pobladores que parten de sus lugares de origen. Según concluye el investigador Juan David Barón, también del Banco de la República, en otro estudio, la edad promedio de los migrantes recientes es de 29,9 años, la mayoría son mujeres (54,7 por ciento) y los lazos sentimentales o familiares no los detienen, pues 31,3 por ciento son jefes de hogar y 46,6 por ciento está casado o en unión libre.
Migración
Frenarla o aprovecharla
Julio Romero propone que la política económica se enfoque en detener la migración o, al menos frenarla, pero reconoce que el fenómeno tiene su lado bueno. "Mejora la distribución del ingreso. El que migra lo hace porque su situación mejora, sus vínculos familiares pueden significar mayor transferencia de recursos a sus regiones de origen". El investigador Juan David Barón dice que quedarse en ciudades pequeñas no siempre es estancamiento.