Esa es una mala noticia para los partidarios de la integración de dos naciones que durante casi dos siglos de convivencia han tenido períodos de cercanía y de alejamiento. Porque si algo muestra esa historia común es que las disputas generan costos que se sienten a ambos lados de la frontera, sin que en ningún caso haya un lado que gane sobre el otro. Sin entrar a hacer una evaluación detallada de lo ocurrido y ante la pugnacidad de los mandatarios, la verdad monda y lironda es que el diálogo entre Bogotá y Caracas está congelado, y que es innegable la falta de intención, hasta ahora, de hablar para mejorar la situación. Como consecuencia, la anunciada reincorporación del país vecino a la Comunidad Andina quedó enredada, algo que no tiene efectos prácticos inmediatos, pero que vuelve a poner sobre el tapete la necesidad de un acuerdo de libre comercio binacional en menos de cuatro años, porque de lo contrario expirarían las preferencias actuales. Ese, el de las cifras del intercambio, es el tema que preocupa a los expertos económicos. No se puede olvidar que entre enero y agosto pasado las exportaciones colombianas a Venezuela ascendieron a 2.757 millones de dólares con un aumento de 76,8 por ciento frente a igual período del 2006. Gracias a esa dinámica, el saldo a favor del país en el comercio binacional llegó a casi 1.700 millones de dólares en el período mencionado, lo cual contrasta con el creciente saldo en rojo en la balanza comercial total. Para ponerlo en perspectiva, mientras las importaciones provenientes de Venezuela representan el 4,5 por ciento de la suma global, las ventas de productos colombianos equivalen al 15,1 por ciento de las exportaciones. Como si lo anterior no fuera poco, el mercado vecino es el comprador más grande de productos con valor agregado, por encima de los Estados Unidos. Frente a esas cifras resultaría fácil pensar que la aplicación de sanciones comerciales acabaría haciéndole mucho daño a Colombia, pues desde hace meses diferentes conocedores han señalado que la mayor fragilidad del país es el creciente desbalance que tiene en el intercambio de bienes y servicios con el resto del mundo. Y aunque una situación de ese tenor seguramente ocasionaría alzas en la tasa de cambio y golpearía al sector productivo, también resulta ingenuo pensar que el bienestar de los venezolanos no se vería afectado si hay limitaciones para el paso de mercancías. La razón es que la economía vecina ha aumentado su dependencia con el resto del mundo, como lo prueba un acelerado crecimiento en sus importaciones, dentro de las cuales descollan los artículos de primera necesidad. Para nadie es un misterio que en los supermercados de Caracas, Maracaibo o Valencia, hay escasez de elementos tan vitales como la leche y que esos faltantes son aliviados gracias a la producción colombiana que nutre con huevos, pollo o carne de res, entre muchos otros productos, la oferta al otro lado de la frontera. Ante el riesgo de protestas públicas nacidas de la falta de alimentos, hay posibilidad de que el flujo comercial continúe, tal como lo ha hecho entre Venezuela y Estados Unidos a lo largo de los últimos años, más allá de la animadversión entre ambas naciones. Pero eso no esconde el consejo que han recibido muchos productores en el sentido de diversificar sus despachos al exterior porque, ya sea por cuenta del congelamiento, o debido a lo insostenible del crecimiento venezolano, los días de ese mercado están contados. Y ni siquiera un eventual diálogo entre mandatarios puede impedirlo. El diálogo entre Bogotá y Caracas está congelado, y es innegable la falta de intención, hasta ahora, de hablar para mejorar la situación.
Finanzas
27 nov 2007 - 5:00 a. m.
El congelamiento
La repentina crisis que llevó las relaciones entre Colombia y Venezuela a su peor nivel en años a lo largo del fin de semana, ha tenido un desarrollo tan vertiginoso que todavía muchos analistas no atinan a entender lo sucedido. Y es que el fuerte intercambio de palabras entre Hugo Chávez y Álvaro Uribe hace pensar que será muy difícil regresar a un clima de concordia en el corto plazo, con claras consecuencias políticas y, posiblemente, económicas.
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