Drew Weselak dijo que era una herramienta de la que no pudo prescindir cuando visitó Colombia por primera vez este año: una calculadora portátil para traducir precios que pueden trepar rápidamente a seis dígitos para las compras diarias.
Con un dólar equivalente a unos 2.160 pesos, un viaje en taxi de 20 minutos por la capital puede costar 12.000 pesos, en tanto una noche en un hotel cuatro estrellas puede llegar a 315.000 pesos. Cuando las cifras superan los 1.000 millones (1 ‘billion’ en inglés) de pesos, la confusión aumenta para quienes no están familiarizados con el español: los ‘billions’ se expresan en miles de millones y los ‘trillions’ son billones.
“Colombia es un poco particular con todos esos ceros”, dijo Weselak, compositor de 60 años de Vancouver, frente al Museo Botero en Bogotá este mes. “Cada vez que miro algo, hago el cálculo”.
Las autoridades se cansaron. El ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas dijo el 30 de octubre que enviará un proyecto de ley al Congreso para borrar tres ceros de la moneda, llevando al peso hasta 2,2 por dólar. El argumento es que el tipo de cambio de cuatro dígitos confunde y crea una imagen negativa para una nación que dejó atrás el descenso financiero de los años 1980 y 1990 cuando el país estaba ligado a los carteles de la droga.
La realidad es que la economía de Colombia está repuntando y la violencia disminuyó conforme la tasa de homicidios se redujo un tercio en el último decenio. El producto interno bruto crecerá 4,9 por ciento este año, según la estimación media de los analistas consultados por Bloomberg, la más alta entre los países más importantes de América Latina. La inflación alcanza 3,29 por ciento, dentro de la meta del Banco de la República de 2 por ciento a 4 por ciento.
‘Ceros superfluos’
David McKenzie, investigador del Banco Mundial que estudia maneras de mejorar la gestión en los fabricantes de autopartes de Colombia, dijo que las cifras “disparatadas” dificultan su tarea.
“Alguien que viene de afuera y trata de hablar con estas empresas ve arrojar todos estos números”, dijo McKenzie en una entrevista telefónica desde Washington.
“Cuantos más ceros superfluos hay, mayores son las probabilidades de que uno no se registre correctamente”. Para evitar errores, los recolectores de datos adoptan la medida adicional de escribir los números en letras además de dígitos, dijo.
Una iniciativa gubernamental destinada a reevaluar la moneda fracasó hace cuatro años debido al temor de que los gastos de impresión de los nuevos billetes, el cambio en la contabilidad y en los precios superaran los beneficios.
Iván Duque, miembro de la comisión económica del Senado, dijo que necesitaría tener pruebas de los beneficios económicos y fiscales antes de apoyar un cambio en la moneda.
El Ministerio de Hacienda, en una respuesta a preguntas por correo electrónico, se negó a hacer comentarios acerca de cuándo introducirá el proyecto o cuáles son los posibles costos y beneficios de dicha medida.
Los vecinos Perú y Brasil reemplazaron sus monedas a mediados de los años 90 a raíz de episodios de hiperinflación. Luego de la disolución de la Unión Soviética en 1991, Rusia recortó tres ceros al rublo y Polonia quitó cuatro del zloty. Los indonesios necesitan más de 12.000 rupias para comprar un dólar.
El peso de Colombia se debilitó 11 por ciento este año en medio de una caída en el precio del petróleo, que representa más de la mitad de las exportaciones del país. El peso ha perdido aproximadamente dos tercios de su valor desde inicios de 1994, cuando el Banco de la República permitió que flotara dentro de una banda. Superó el valor de 1.000 pesos por dólar por primera vez en noviembre de 1995 y flotó libremente desde 1999.
El billete con la mayor denominación en Colombia es de 50.000 pesos, o aproximadamente US$ 23. Cuando en una entrevista radial el 29 de octubre le preguntaron a Cárdenas si Colombia necesitaba un billete de 100.000 pesos, dijo que la pregunta resaltaba la necesidad de revaluar la moneda.
Números gigantes
Los ceros “mandan un mensaje de que la economía no está tan bien aquí”, dijo Danusa Ayache, una médica brasileña, mientras recorría hace uno días la Plaza de Bolívar, en la capital del país. Dijo que la situación le recordaba los primeros años de la década de 1990 en Brasil antes de que el real reemplazara al cruzeiro, que se había hundido a unos 2.700 por dólar después de que la inflación llegara al 2.400 por ciento en 1993.
Adolfo Meisel, codirector del banco central, dice que el tipo de cambio implica números gigantes que son más difíciles de entender y que hacen que el país tenga una mala imagen en el exterior.
“Los extranjeros ven un país con tantos ceros que da la impresión de que no es una nación seria”, dijo Meisel en una entrevista telefónica desde Tijuana, México, donde asistió a un seminario. “Cuando se habla de unos 450 millones, es una cantidad que uno puede entender. Pero cuando se habla de 450.000 millones, uno ya no sabe qué es”.
BLOOMBERG