Si, año tras año, la mesa de concertación en la que se define el incremento del salario mínimo es un escenario de fuertes tensiones, en esta ocasión será peor. (Vea el gráfico: Salario mínimo: ¿por qué subirlo mucho o poco?).
Los negociadores tienen frente a sí la expectativa de una inflación alta, la cual podría cerrar el año en lo que el centro de pensamiento Anif llama “el peligroso rango 5,5-6,0 %”. En consecuencia, el alza del sueldo básico en el país, en el 2016, tendería a acercarse al impensable 7 por ciento que ni siquiera pudieron lograr las centrales obreras el año pasado, cuando pidieron un aumento del 9,5 por ciento.
La mesa de concertación es un triángulo, integrado por Gobierno, empresarios y los sindicatos, cada uno de los cuales tiene sus seguidores, los cuales ayudan a construir el debate para que, desde el 7 de diciembre, arranque en firme la negociación que concluirá en la fijación d el salario mínimo del próximo año.
Dicho debate empezó ya, como de costumbre, polarizado entre argumentos de los empleadores, que este año jugarán con la carta de la desaceleración económica, y los de los trabajadores, cuya realidad cotidiana es la pérdida de poder adquisitivo, debido al incremento en precios de la canasta familiar, por la inflación.
CON CAUTELA
Alrededor de estos dos polos están las piezas técnicas que ponen sobre la mesa los analistas y que, en esta oportunidad, se refieren al poco rendimiento que ha dado la productividad laboral, en comparación con la línea de ascenso que ha tenido el salario mínimo legal (sml).
Anif, por ejemplo, que es uno de los que temen que la remuneración para cerca del 60 por ciento de los colombianos que ganan el mínimo esté por encima de la inflación, estima que mientras los sueldos básicos han tenido un incremento anual de 1,4 por ciento, la productividad solo ha subido en el 1 por ciento.
Los temores de algunos expertos se fundamentan en que si hay un incremento muy amplio, el primer sacrificado será el empleo, porque los inversionistas no podrán expandir su producción y así contratar mano de obra en medio de una economía poco boyante.
Así lo explica Jaime Tenjo, director del programa de economía de la Universidad Jorge Tadeo Lozano: “En principio, los niveles de empleo están determinados por el nivel de actividad económica y los costos laborales, dentro de los cuales el salario es muy importante. La coyuntura actual es de desaceleración gradual, lo cual implica reducción en la capacidad de generación de empleo para los años siguientes”.
TECHO DEL 6 %
Desde esta perspectiva, Anif estima que “el incremento del sml no debería desbordar el 6 por ciento, resultante de esperar una inflación entre 5,5 y 6 por ciento y unas ganancias en productividad cuasi nulas. De ser así, el sml pasaría de 644.350 a 683.000 pesos”.
Entre tanto, el viceministro de Trabajo, Juan Carlos Cortés, cuya participación en representación del Gobierno tiende más a ser la de un árbitro, expresa que el país debe aprovechar el debate para considerar una actualización del procedimiento, alcance y criterios con que se trabaja en Colombia el sml. Más aún, si estamos frente a una sociedad con acuerdo para terminar el conflicto armado.
“Aprovechando los nubarrones de desaceleración, en Colombia debemos abrir el debate sobre cómo actualizar la discusión y adopción del salario mínimo. Fortalecer la tarea de la Comisión de Concertación de Políticas Laborales y Salariales es prioridad, para que su gestión no sea solo de unos días del año”.
El funcionario agregó que “es bueno pensar en esquemas que permitan revisiones automáticas del salario frente a impactos económicos de recesión o crisis, pero así mismo, pensar en incrementos por buenos resultados económicos, aplicando menor rigidez”.
SALARIO DIFERENCIAL
Por supuesto, vuelve a estar en boga la propuesta de adoptar salarios diferenciales, los cuales, según el Viceministro, podrían pensarse desde distintos frentes. “Por sectores económicos (trabajadores del campo, por ejemplo, o profesionales) o por grupos poblacionales (salario mínimo para primeros empleos en población joven que se vincula al mercado laboral)”.
Aunque las centrales obreras son conscientes de la situación de la economía del país, no es posible dejar por fuera la honda brecha salarial que existe, la cual ubica a Colombia en los primeros lugares de los escalafones de desigualdad. Esta condición se acompaña de una informalidad laboral que, a mayo del 2015, sobrepasaba el 65 por ciento.
Por ello, Julio Roberto Gómez, presidente de la CGT (Confederación General de Trabajadores) manifiesta que, aunque saben que la caída del precio del petróleo y la devaluación del peso entrarán en la discusión, no hay que olvidar a esa gran masa de trabajadores que devenga un salario mínimo o menos.
“Escucharemos a las pares y buscaremos negociar unos puntos por encima de la inflación”.
Otra de las piezas del debate del salario mínimo que saldrá a relucir en esta ocasión es la que defiende la idea de que en el país esta remuneración no es tan baja como se cree.
Stéfano Farné, director del Observatorio Laboral de la Universidad Externado de Colombia, sustenta que, ahora más que nunca, habrá que tener en cuenta que el salario mínimo en el país, comparado con el promedio salarial de los colombianos, es muy alto y también lo es frente al de otros países.
“Más o menos, el salario mínimo representa el 60 por ciento del salario promedio, mientras que el Banco Mundial dice que debe ser el 25 por ciento y algunos economistas proponen que sea del 45 por ciento”.
OCDE, EN NEGOCIACIÓN
El debate, además, tendrá otro protagonista: la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), o club de países ricos al que quiere entrar Colombia.
Recientemente, este organismo presentó el informe ‘Foco en el salario mínimo después de la crisis’, en el que, casualmente, ubica a este país como uno de los que tiene un salario mínimo entre los más altos del mundo con relación al ingreso laboral promedio. Para ellos, la diferencia no es del 60, como para Farné, sino del 81 por ciento.
La encrucijada parece difícil, toda vez que está en la palestra pública el hallazgo reciente de la firma Mercer, según el cual un directivo de una compañía gana un promedio anual de 317 millones de pesos y su incremento proyectado para el 2016 sería alrededor del 11 por ciento, en contraste con el techo de 6 por ciento que proponen algunos analistas para los trabajadores que devengan el mínimo.
Lo cierto es que, para la negociación, según advierte Farné, hay que tener en cuenta que “el mínimo son dos cosas: la remuneración de una familia y un elemento de costos para las empresas. No se puede mirar solo por un lado o por otro”.
Martha Morales Manchego
Redacción Economía y Negocios