Se ha observado que estos pacientes tienen una mayor prevalencia de enfermedades somáticas crónicas y enfermedades psiquiátricas, como depresión, ansiedad y trastornos de personalidad.
"Muchos hiperfrecuentadores padecen somatización. Por eso es excepcional que un hiperfrecuentador no tenga una enfermedad psiquiátrica, principalmente ansiedad y depresión somatizada", añade el especialista.
Según José Ángel Arbesu, coordinador de salud mental de Semergen, "el tratamiento de estos pacientes se basa en una escucha activa, exploración física y, si son necesarias, pruebas complementarias y técnicas de psicoterapia".
Es posible que ante la sospecha de una enfermedad psiquiátrica, se remita al paciente al servicio de salud mental para tratarlo con psicofármacos o psicoterapia, pero en general todos vuelven al médico de atención primaria, pues es el especialista que debe hacer el seguimiento de su caso y valorar los nuevos síntomas.
García Campayo asegura que "estudios hechos en países como Estados Unidos y Gran Bretaña indican que los hiperfrecuentadores suponen el 10 por ciento del gasto total en salud de países desarrollados. Sobre todo por el impacto en el tiempo de dedicación de los profesionales y las pruebas complementarias".
Además, la atención de estos pacientes puede provocar frustración en el médico, ya que debe manejar muchos síntomas psicosomáticos de difícil comprensión.
Por ello es importante que estos profesionales adquieran una formación específica para el abordaje biopsicosocial y evitar el desgaste profesional.