De acuerdo con las tendencias globales de educación superior reportadas por la Unesco, existen fenómenos que merecen ser examinados con atención. De la masificación, detonada por la mejora de ingresos y el deseo de una capacitación profesional, se desprenden grandes consecuencias. Para el 2009 se registraron, en todo el mundo, cerca de 151 millones de estudiantes, que representaron un aumento del 50 por ciento con respecto al 2000, y un salto en el cohorte de edad del 19 al 26 por ciento. La demanda masiva por educación también ha activado una gran movilidad internacional, que se manifiesta con los 2,5 millones de estudiantes que se instruyen por fuera de sus países y que equivalen a un incremento del 53 por ciento con respecto a la década anterior. Detrás de estas dos circunstancias iniciales surgen otros factores. Por un lado, se encuentra la inequidad, ya que el acceso a educación de calidad es cada vez más difícil en los países con mayor pobreza, al igual que para las minorías, aún en los países desarrollados. La masificación también ha obligado a restringir los cupos de la educación pública mediante nuevas exigencias académicas para la incorporación, debido a la incapacidad fiscal para atender una demanda avasalladora. De hecho, muchas universidades públicas han tenido que recurrir a nuevos métodos y productos para financiamiento complementario. Ante la incapacidad estatal para atender la demanda juvenil, han proliferado como nunca antes las universidades privadas, las cuales hoy son más del 30 por ciento de la educación superior mundial. Dentro de este segmento, las universidades con ánimo de lucro aglutinan, en países como EE. UU., el 9 por ciento de la educación terciaria y se multiplican en Asia y América Latina creando en muchos casos cuestionamientos sobre la calidad y la falta de contribución favorable en la empleabilidad de los estudiantes. La masificación también ha sacudido la profesión docente. Los salarios han caído por la demanda laboral y se han convertido en común denominador los académicos de tiempo parcial que, según la Unesco, son el 80 por ciento de los profesores universitarios en Latinoamérica. Por supuesto, los docentes con mejor formación se benefician de la movilidad o del acceso a las universidades de élite, ahondando aún más la inequidad. Las tendencias mundiales exigen que las políticas de educación superior se concentren en vigiliar la calidad universitaria y docente, exigir a la educación privada sin ánimo de lucro, mejores esquemas de participación equitativa y acceso de minorías, estimular la formación técnica basada en competencias laborales, crear instrumentos financieros eficientes de financiamiento para el estudio, fomentar la educación virtual y asegurar que la educación pública tenga los mejores estándares académicos y científicos. Sin esos componentes no estará cerca el día en que América Latina pueda llegar a la economía del conocimiento. ivanduquemarquez@gmail.com HELGON
Finanzas
15 sept 2011 - 5:00 a. m.
Desafíos de la educación superior
Las dinámicas de crecimiento poblacional y económico en las economías emergentes cambiarán para siempre la forma como opera la educación universitaria.
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