La investigadora y profesora de literatura de la universidad de Leicester, Lesley Wylie, buscaba archivos sobre la época del auge de la explotación del caucho en la Amazonia y se tropezó con la llamativa historia de un paisano suyo, de origen irlandés, que había sido enviado al Putumayo por el gobierno británico para verificar, sobre el terreno, los horrores que se comentaban sobre explotación, tortura y muerte de seres humanos en esa región del mundo. El enviado era un inquieto funcionario, el señor Roger Casement, quién viajó entre 1910 y 1911. Además de sus diarios negros, al inglés se le ocurrió la idea de llevar de regreso a Londres un par de nativos que le permitieran evidenciar ante la clase dirigente de su país, el tipo de las víctimas de carne y hueso que padecían la explotación. Casement, se paseó con el par de personajes por distintas instancias y logró hacer noticia en el propio Daily News, del primero de agosto de 1911. Ricudo, de 19 años, y Omarino, todavía un niño, quedaron fotografiados en la prensa británica. En la leyenda de las mismas se indica: Dos esclavos del putumayo, río arriba. Amazonas, Colombia. Casement, por su parte, tendría sus años contados, pues murió en la horca en 1916 acusado de conspiración en los hechos conocidos como la Pascua de Dublín. Se dice que Casement quería sensibilizar a los gobernantes de turno con la esperanza de que el hombre blanco paternalista podría salvar al Putumayo de la esclavitud. Esas reliquias fotográficas fueron las que le sirvieron a Wylie para empezar a armar las bases de un nuevo libro El Putumayo: frontera olvidada de Colombia, obra apoyada por el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Essex, también en Inglaterra, bajo la perspectiva de una nueva tendencia hacia una geografía literaria. El proyecto abarca fenómenos relacionados ocurridos en sitios y países como el oriente de Cuba, Nueva Orleans, Haití, República Dominicana y el propio Putumayo, con una amplio escenario donde se contemplan aspectos como la migración foránea y retorno, y hasta el exilio de los propios indígenas. Sus capítulos hacen referencia a las más variadas e interesantes historias, como la relacionada con el viaje de Rafael Reyes, en 1876, considerado pionero, quien navego en un vapor por el mayor afluente del Amazonas, acompañado de naturalistas, geógrafos y comerciantes. Treinta años después sería presidente de la República. La joven investigadora recorrió asimismo cantidad de literatura sobre lo que fue un verdadero fenómeno de migración mundial alrededor de la riqueza del caucho. El interés del gobierno británico, particularmente, se centraba en las actividades de la compañía Peruvian Amazon Company, por la presencia de inversionistas ingleses y la polémica desatada sobre esclavitud y violación de derechos humanos. Pasaron por sus manos, obras como La Vorágine y La Toa, de César Uribe Piedrahita; los escritos de Miguel de Triana, Alfred Simson y Jules Crevaux; Putumayo, paraíso del diablo, de Walter Hardenburg, y Muerte de un Indio, de Vicky Baum. También aportes más recientes como los escritos de los periodistas Germán Castro Castro e Yves-Guy Berges, francés. De aquella guerra del caucho, hace un siglo, la población indígena ha pasado a vivir en la actualidad la guerra de la coca, llevando la peor parte, señala la autora, en el bosquejo de su obra. El Putumayo sigue separado física y culturalmente de Bogotá, sufriendo de contrabando, radicalismo político y mayor influencia de Brasil y Perú. Los dos indígenas fueron convencidos para viajar a Londres, en medio de circunstancias igualmente sorprendentes. Ricudo, ya casado, fue separado de su esposa después de que Casement le ganara una apuesta en un juego de cartas. El niño Omarino, por su parte, fue presentado al explorador inglés a cambio de un par de pantalones y una camisa. Se menciona también que los indios dijeron sobre su visita a la capital británica: Londres es muy bonito, pero el gran río y la selva donde vuelan las aves, nos esperan, y son más bonitos. Un día nosotros regresaremos. Sobre dicho regreso al Putumayo no se dice nada. ANDRUI
Finanzas
22 dic 2010 - 5:00 a. m.
Dos indígenas del Putumayo en Londres
Miami. Ricudo y Omarino son de los pocos colombianos cuyas fotos aparecen en el Museo de Antropología de la capital británica. La historia de la presencia de los dos indígenas boros, en Londres, durante el verano de 1911, parte del hallazgo de un par de fotografías guardadas desde aquel tiempo en el Museo de Arqueología y Antropología de esa ciudad.
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