Ante el rápido deterioro de la situación en Venezuela, Colombia tiene que mantener los ojos bien abiertos, pues a ningún otro país del hemisferio la suerte de la nación vecina le importa tanto.
Febrero no siempre es fácil en Venezuela. Es cierto que en varias ciudades del país vecino los carnavales distraen a la población, la misma que disfruta intensamente del torneo local de béisbol que aglutina a decenas de estrellas que juegan en las grandes ligas estadounidenses.
Pero quien recorra las calles de Caracas por estos días encontrará que a punto de comenzar un nuevo mes, el ambiente tiene de todo, menos de festivo. La razón no es otra que las marchas de protesta que han aumentado en frecuencia y volumen, empeorando un clima que ya venía cargado desde comienzos del 2010.
Entre los analistas, algunos dicen que hay similitudes con aquel 4 de febrero de 1992, cuando el entonces teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías lideró una insurrección militar contra el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, desprestigiado por haber tomado varias medidas económicas de singular dureza.
Otros, en cambio, creen que la situación se asemeja más a la de abril del 2002, época en la cual una huelga general convocada por Fedecámaras desembocó en una manifestación que fue desbandada a tiros por fuerzas leales al Palacio de Miraflores, en donde Chávez ya estaba de inquilino.
El resultado fue una rebelión de los altos mandos que llegaron a detener el líder de la revolución bolivariana, quien a las pocas horas retornaría al poder que sigue detentando hasta el día de hoy. Sin embargo, más allá de los parecidos históricos, es indudable que la situación del otro lado de la frontera no se puede considerar como normal. La fuerte represión a que han sido sometidos los manifestantes que se quejan, entre otras, del nuevo cierre del canal RCTV, ha venido acompañada de varios muertos.
Así mismo, los actos de desplante a la figura presidencial, con el despliegue de carteles que llevan la frase beisbolera 'tas ponchao'; o el remplazo repentino de altos funcionarios del gobierno, comprendido el vice presidente de la República, son eventos que sugieren que el nivel de tensión es alto. Eso para no hablar de las provocaciones en la línea limítrofe, como ocurrió con el sobrevuelo de un helicóptero militar venezolano en Arauca, que podría haber desembocado en un incidente mayúsculo.
Las causas de la crispación son claras. De un lado la imagen gubernamental ha resultado profundamente golpeada por el racionamiento de agua y energía, como consecuencia directa de la fuerte sequía que ha afectado el territorio vecino. Aunque un fenómeno como el de El Niño es imposible de evitar, en este caso no había planes de contingencia en marcha, sobre todo en materia eléctrica.
Además la opinión ha escuchado las noticias sobre la falta de mantenimiento en algunas instalaciones, al igual que el desmonte de plantas que en años pasados fueron enviadas a Cuba y Nicaragua.
Por otra parte, está el tema de la economía. Con una inflación que en el 2010 llegó al 25 por ciento y que ha sido una de las más altas del mundo durante el último lustro, el poder adquisitivo del ciudadano promedio se ha visto afectado. Además, la fuerte devaluación que sufrió el bolívar debería generar una nueva espiral alcista que borrará tanto lo hecho en el campo cambiario, como el reajuste del salario mínimo de comienzos del año.
En consecuencia, los principales analistas calculan que los precios podrían subir más del 40 por ciento, algo que no le ayudará a la popularidad del régimen.
Lo anterior no quiere decir que Chávez se haya quedado sin cartas. No solo su discurso se ha endurecido, sino que ha venido acompañado de medidas extremas como la nacionalización de los hipermercados Éxito y de un buen número de bancos en días recientes, lo cual le da un gran poder de intimidación. Además, todavía cuenta con un respaldo importante en la población y con un presupuesto de gastos formidable, pues por cuenta de la depreciación de la moneda, los ingresos fiscales provenientes de las ventas de petróleo se duplicarán en bolívares.
En medio de un escenario tan complejo, Colombia tiene que mantener los ojos abiertos, pues a ningún otro país la suerte de Venezuela le importa tanto. Sin desconocer que el intercambio comercial va en caída libre o que el lenguaje chavista es francamente hostil, es mejor estar atentos a lo que pasa en Caracas, si febrero resulta ser un mes tan difícil como hoy parece.