La publicación de la entrega más reciente de la encuesta que realiza Gallup, ha vuelto a dejar en claro que el estado de la economía inquieta a los colombianos. Para comenzar, el 52 por ciento de los interrogados creen que en esta materia las cosas están empeorando, aunque dicho registro es inferior en 10 puntos porcentuales al de hace un año.
Sin embargo, la nota es mucho más mala cuando la pregunta tiene que ver con el desempleo, pues 73 por ciento de las personas sondeadas califica negativamente la situación.
En ambos casos las percepciones se encuentran respaldadas por la realidad. En lo que tiene que ver con el crecimiento económico, los datos disponibles muestran que la producción ha vuelto al terreno positivo, después de la fuerte contracción ocurrida durante buena parte del 2009.
Eso no quiere decir que la industria o el comercio hayan regresado a las épocas de 'vacas gordas', pero sí que lo peor parece haber quedado atrás y que la predicción de un incremento superior al 2 por ciento en el Producto Interno Bruto es factible.
No sucede lo mismo en el mercado laboral. Tal como lo ha confirmado el Dane, la desocupación va en aumento. En enero, para citar la cifra más fresca, ésta llegó a 14,6 por ciento a nivel nacional y a 15,3 por ciento en las 13 áreas metropolitanas más importantes. En números, el total de personas sin trabajo es de 3,1 millones, 10,5 por ciento más que un año atrás.
Es cierto que al mismo tiempo que eso ha sucedido, los ocupados llegaron a casi 18,3 millones con un incremento del 7,1 por ciento, lo cual a primera vista parece muy bueno. El problema es que la explicación recae en la disparada del 40 por ciento en los desempleados objetivos y de 19,8 por ciento en los desempleados subjetivos.
Dicho de otra manera, el alza en el empleo ha tenido que ver ante todo con una elevación de los niveles de informalidad, un fenómeno que se ha hecho más extremo en los últimos tiempos. Esa es la razón por la cual la creación de puestos de trabajo de buena calidad debería ser uno de los temas centrales en el debate electoral. Reconociendo que diferentes candidatos han presentado propuestas, ninguna ha sorprendido por su originalidad, sin duda porque cortar ese nudo gordiano no resulta fácil.
No obstante, quien realmente se crea con posibilidades de llegar a la Casa de Nariño el próximo 7 de agosto debería profundizar en el tema. Y es que diferentes estudios sugieren que a pesar del mayor ritmo de crecimiento económico, la tasa de desempleo va a continuar al alza.
Un trabajo realizado en el Banco de la República argumenta que el PIB urbano debería subir a un ritmo del 4,1 por ciento para que la desocupación no ascienda en las principales ciudades, algo que parece imposible a la luz de las circunstancias actuales, ya que el ramo más dinámico de la economía es la minería, que tiene lugar en las zonas rurales y no es intensiva en mano de obra.
Así, todo apunta a que el desempleo en las capitales sea superior en 0,8 puntos porcentuales en el 2010, frente al del año pasado. Pero el inquietante diagnóstico no se detiene ahí. Los datos derivados de la encuesta integrada de hogares muestran que el empleo asalariado se estancó en Colombia a fines del primer semestre del 2009, mientras que el de alta calificación descendió.
En contraste, los no asalariados han seguido subiendo, hasta el punto de superar en número a los asalariados urbanos, en las mediciones más recientes. Puesto de manera más coloquial, el rebusque está ganando la partida.
Como si eso no fuera suficientemente preocupante, las horas trabajadas en promedio han venido bajando. Ese factor ha estimulado la entrada de gente en el mercado laboral, pues más integrantes de un mismo hogar quieren un oficio con el fin de mantener los ingresos familiares.
Además, la población que ha buscado trabajo por más de seis meses también ha crecido y llegaba a 645.000 personas en el tercer trimestre del año pasado, 176.000 más que en igual periodo del 2008. Detrás de esas cifras hay un número igual de angustias y esperanzas.
La pregunta es si entre los posibles sucesores de Álvaro Uribe se encuentra alguien capaz de responder con hechos y no promesas a semejante cúmulo de inquietudes.