Aprovechando la opinión del Alcalde de Barranquilla sobre la construcción de un nuevo aeropuerto equidistante entre esa ciudad y Cartagena, Rudolf Hommes desarrolló un tema que, por regla general, es ignorado en la administración pública.
En la nota publicada el lunes en PORTAFOLIO, señaló que la oposición a la construcción de ese proyecto, aparte de sustentarse en razones técnicas válidas, fue una manera muy inteligente de darle cartilla al Gobierno Central sobre la forma de proteger los recursos públicos y la responsabilidad de los gobernantes, en los planos nacional y local, de no desperdiciarlos y menos emprender proyectos innecesarios cuando hay mejores oportunidades para invertir.
Razón tiene Hommes, pues la tendencia de la mayoría de los agentes gubernamentales para solucionar los problemas de sus sectores es mediante mayores asignaciones, lo que demuestra cuán poco desarrollado está el concepto que los recursos públicos son escasos. A nadie le debe caber duda que la priorización de los objetivos del gasto, tanto entre sectores como internamente en ellos, debe ser objeto de constante atención, así como la eficacia, eficiencia y calidad de los servicios. Indudablemente, el paradigma de la gestión pública orientada a resultados debe generalizarse.
Esto exige no sólo cambios institucionales que conduzcan al establecimiento de mecanismos formales en virtud de los cuales las entidades públicas tejen objetivos y metas de gestión y evalúen en forma periódica los resultados, sino también un cambio de las instituciones informales (normas, valores y costumbres).
Todo gobierno debe definir si para alcanzar sus metas -en materia de equidad, asignación de recursos y crecimiento económico- es conveniente en determinados sectores mantener empresas productoras de bienes y servicios o acudir al sector privado para su manejo, sujeto a mecanismos indirectos de regulación. Si opta por la primera, las empresas deben ser ejemplo de eficiencia administrativa y transparencia, de acuerdo con las mejores prácticas de gestión moderna, tanto en el manejo de los recursos humanos como financieros.
Este proceso es esencialmente evolutivo y exige, por tanto, un esfuerzo persistente de varios gobiernos para que se arraiguen firmemente en la práctica cotidiana de la gestión pública. Sobre este particular, y teniendo en cuenta el cambio de Gobierno que se producirá en el próximo mes de agosto, es importante que los nuevos funcionarios respeten las cosas buenas que vienen del pasado y no pretendan, con el peregrino criterio de aparecer como innovadores, hacer tabla rasa de todo lo existente.
Como quiera que el citado proceso debe ir acompañado de políticas de capacitación de los cuadros técnicos del sector público, es indispensable, dentro de una política más general de modernización del Estado, que se establezcan incentivos adecuados para el mejor desempeño.
La experiencia internacional indica que el gasto público tiende a aumentar junto con el grado de desarrollo; esto implica que sea un 'bien superior'. Por tal motivo, el debate no se debe centrar exclusivamente sobre el tamaño del gasto (porcentaje de participación con respecto al PIB), sino que hay que ver la eficiencia y la eficacia con que se realiza la administración de los recursos públicos.
En consecuencia, se deben tener muy en cuenta los nuevos paradigmas de la gestión, que parte del reconocimiento del derecho que tienen los ciudadanos a ser tratados como clientes pues su satisfacción importa e introduce nuevos criterios administrativos basados en la obtención de resultados.