Hoy en día el producto se vende a los mejores hoteles y restaurantes del país. Fundada en 1987 en Cajicá por un alemán y su esposa, Aprisco Lubeka comenzó con tres cabras importadas de Francia y Suiza, pero sólo para el consumo casero.
"Teníamos una granja integral con hortalizas, frutas y verduras, pero nos faltaba la leche y las vacas son muy grandes, por lo cual pensamos en cabras", dijo Harold Faber, quien junto con su esposa se lanzó a importar las cabras. Hoy ya tienen 140. El proceso para extraer la leche, con el que se hace el queso gourmet, es completamente tecnificado y en él no existe contacto humano, con lo que se garantiza el cumplimiento de los requisitos sanitarios.
La leche pasa a un centro de pasteurización y luego es deshidratada. Este último procedimiento, también conocido como curado, se realiza en condiciones de temperatura y humedad especiales, que dependen de la variedad del producto que se quiera.
En su granja, los Faber producen 70 litros diarios de leche y 20 kilos de queso de 13 variedades. Uno de los quesos especiales es el pecorino caprino, que requiere de 10 meses de curado y cuesta 65.000 pesos el kilo.
Este y los otros tipos de queso que fabrica Aprisco Lubeka son vendidos a hoteles, como La Fontana y restaurantes como Crepes & Wafles. Hace dos semanas, una cadena de almacenes le envió una carta a Harold Faber en la que le pide que le envíe un catálogo de productos. También, sin proponérselo, la pequeña granja se ha convertido en un sitio visitado por turistas nacionales y extranjeros.
Dieta adecuada
Los Faber también debieron incursionar en el cultivo de pastos y aprender sobre dietas orgánicas para cabra, que incluyen el suministro de melaza. Las cabras siempre permanecen en el corral, para evitar que se contagien de bacterias.