El plan para reducir los salarios públicos y el gasto social, congelar las pensiones, aumentar los impuestos y luchar decididamente contra la evasión tiene a miles de trabajadores protestando en las calles con la consecuente parálisis de la mayoría de actividades rutinarias de la población.
Si a lo anterior se le agregara el anuncio de ajustes significativos en los precios de la gasolina y de algunos servicios públicos más la venta de empresas estatales, con la justificación de que las finanzas públicas están casi quebradas y necesitan aumentar los ingresos y recortar los gastos, fácilmente podría pensarse en Colombia. Pero no.
Se trata de Grecia, uno de los 27 países de la Unión Europea (UE) y de los 16 que desde hace 11 años comparten el euro como moneda única, cuyo gobierno pretende ahorrar unos 6.500 millones de dólares para reducir de 12,7 a 9 por ciento este año su déficit público y honrar los compromisos de una deuda pública cercana a 130 por ciento de su PIB.
"Hay ciertos males que no se curan sino con cierto tipo de recetas", advierte Jorge Humberto Botero, consultor, ex ministro de Comercio y hasta hace pocos meses representante de Colombia en el Banco Mundial. Cuando las finanzas de los países se descuadran sucede como en los hogares: o cortan gastos o mejoran los ingresos o ambas cosas, "esto no tiene otro tipo de salida", agrega.
La diferencia entre Grecia y Colombia es quién recomienda o forza la receta para sanear las cuentas fiscales. En el caso colombiano, a mediados de los ochenta y finales de los noventa, para citar solo dos momentos, ese papel le correspondió al Fondo Monetario Internacional (FMI); en el griego, al Banco Central Europeo (BCE).
El abultado déficit fiscal y la deuda pública griega amenazan la economía comunitaria y tienen con los pelos de punta a sus socios europeos, que han dicho que no dejarán colapsar al país helénico. Esos socios quieren mantener la estabilidad de Grecia, con problemas estructurales en sus finanzas públicas, su gobernabilidad y su mercado laboral, señala Roberto Steiner, actual director de Fedesarrollo y director Ejecutivo Alterno del FMI entre el 2002 y el 2007.
Acudir al FMI para rescatar la economía griega sería una derrota para los miembros de la llamada zona euro, dice Steiner; sin embargo, esa opción no se descarta: el jueves, el primer ministro griego, George Papandreou, manifestó que su país eventualmente tocaría las puertas del Fondo si no obtiene recursos europeos para atender pagos el próximo mes.
Ir al FMI y recibir su apoyo significa tareas desagradables pero necesarias buscando sanear la economía, comenta el director de Fedesarrollo. Plata y acceso al mercado financiero internacional a cambio de duros ajustes, como lo recuerdan los colombianos.
Bueno, si el vermífugo para Grecia lo receta el BCE, el FMI se quitará algo del estigma que lo acompaña, cuyas recetas tienen consecuencias menos traumáticas que si el ajuste se deja en manos del mercado, observa Steiner.
La burbuja inmobiliaria en España
España, resume Botero, tuvo un gran crecimiento por las transferencias de la UE cuando ingresó al bloque. El dinamismo estuvo muy vinculado a vivienda e infraestructura, y sus precios se dispararon. Como en Colombia en los 90, los hogares españoles se endeudaron con créditos hipotecarios y llegaron a la frágil frontera del incumplimiento; el auge inmobiliario se desinfló y los precios siguen cayendo.
El crecimiento económico al debe y 'amarrado' a la construcción no era sostenible. Colombia pasó por esa crisis hace más de 12 años y el gobierno tuvo que salir al rescate de miles de hogares para evitar el colapso de la banca hipotecaria y una recesión más profunda de la vivida en 1999. El apretón fiscal español, que recientemente el FMI consideró insuficiente, puede volcar la población a las calles.