En 1827, el botánico escocés Robert Brown se asombraba al observar en el microscopio el movimiento continuo de las partículas de polen sumergidas en un fluido. Aparentemente era aleatorio, de acuerdo con los precarios conocimientos de la época. La narración proviene de su libro reciente, The Quants. De acuerdo con Wilkipedia, el movimiento, no uniforme y con variaciones estadísticas importantes, es causado por el bombardeo de las moléculas del fluido que las somete a una agitación térmica. La descripción matemática del fenómeno fue elaborada por Einstein, al desarrollar su teoría atómica. Nos introduce Patterson al personaje de Edward Thorp, nacido en 1932, Ph.D en física y profesor de matemáticas y finanzas del MIT. Adaptó el movimiento browniano a los mercados financieros; gracias a sus conocimientos en computación, probabilidad y estadística, y apoyándose en la ley de los grandes números (mediante la cual aumenta la posibilidad de ganar siempre y cuando se juegue en forma correcta), se ingenia fórmulas para lucrarse a costa de anomalías y pequeñas correlaciones que descubre en instrumentos derivados. Obviamente se involucró con los fondos de cobertura, donde se reconoce su paternidad sobre los fondos cuantitativos. Reportó en 1998 una rentabilidad anual de 20 por ciento en un periodo cercano a 30 años, aunque es más popular por sus hazañas en el póker y el black jack. En su libro Beat the Dealer de 1962 explica la forma de derrotar a la casa. En él cuenta que a partir de los años 80, siguiendo los pasos de Thorp, profesionales en áreas tan disímiles como física, ingeniería eléctrica y criptografía descubrieron que también podían utilizar sus conocimientos en los mercados financieros. Universidades como Princeton, Chicago y Stanford empezaron a formar profesionales en el ramo que iban a parar a la banca de inversión. Algunos se hicieron independientes, como Jim Simons en Renaissance Technologies, que fundó en 1982. Uno de sus fondos, el Medallion, es el más exitoso, con retornos de 40 por ciento anual a través de tres décadas. Y en medio del silencio que impera, sus actividades constituyen el misterio mayor. Simons, cuenta Patterson, inició su carrera profesional descifrando códigos para las Fuerzas Armadas. Particularmente dotado para las matemáticas, se graduó de MIT en sólo tres años. Ph.D. en física, enseñó en MIT y en Harvard y fue director del programa de matemáticas en la Universidad de Nueva York, que se convirtió en meca de estudiantes prodigio. Entre muchas hazañas, fue galardonado al descubrir que el universo está compuesto por cadenas minúsculas de energía que zumban en espacios multidimensionales. Decidió también enriquecerse en los mercados financieros. Cuenta Patterson que contrató, entre muchos, a expertos criptógrafos y reconocedores de voz con amplios conocimientos en el proceso oculto de Markov, buscando enriquecer su información sobre eventos aleatorios. Los unos detectan mensajes ocultos en lo que aparentemente son cadenas aleatorias de códigos. Con respecto a los otros, resulta que los modelos de computador diseñados para delinear la voz humana dependen de datos que imitan señales acústicas. Basados en funciones probabilísticas, tratan de pronosticar el siguiente sonido. Mantienen sus posiciones en ciclos muy cortos, a veces de una hora, dado que les resulta complicado predecir lo que va a suceder en periodos mayores. Claro que a veces estos genios se equivocan en grande, y ya van tres ocaciones en que casi destruyen el mundo. (El lunes negro de octubre de 1987 cuando computadores, misteriosamente en ese entonces, reaccionaron en cadena; en 1998, cuando el fondo Long Term Capital Management perdió billones de dólares y forzó la intervención de la Reserva Federal; y recientemente en la crisis de crédito). Los fondos cuantitativos no son los únicos que logran la hazaña. También lo hacen inversionistas más tradicionales, ajenos a la idea de alquilar acciones por unas cuantas horas. De acuerdo con Justin Fox en Fortune, parten de los conceptos tradicionales promulgados a partir de 1934 por Benjamín Graham. Pero no se limitan a echar una mirada a los estados financieros de algunas docenas de empresas. Se sumergen en miles de ellos por medio de sofisticados modelos de computador. Se basan en análisis, procedimiento y estructura, no en intuición, rumores e inspiración divina. Según Fox, es lo que hacen en Barclays Global Richard Grinold (físico y Ph.D. en investigación de operaciones de Berkeley) y Ronald Kahn (Ph.D. en física) y su enorme staff de analistas, multidisciplinarios y sobre-educados. Superaron el índice S&P 500 en 14 ocasiones durante 17 años, con su fondo Alpha Tilts de grandes empresas; en otro, dedicado a compañías pequeñas, superaron el índice correspondiente en 10 de los últimos 12 años. Igual con sus fondos internacionales. Los nombres no son familiares porque a través de ellos sólo atienden grandes instituciones. Warren Buffett, siguiendo también los preceptos de Graham, lo ha hecho mediante portafolios mucho más concentrados. Y Richard Thaler, financista líder en el área del comportamiento, a través de algoritmos que desarrolla por errores sistemáticos y predecibles que cometemos una y otra vez el resto de mortales. Y aunque parezca increíble, se sugiere que en Colombia se está alcanzando lo que ni Thorp, Simons, Graham, Buffett, Thaler, ni los profesionales de Barclays han podido: descifrar los movimientos de acciones, monedas y commodities en periodos de una semana. Según su último reporte, la rentabilidad anual está cerca de 50 por ciento, aunque en ocasiones ha sido mucho más alta. Es lo que se lee semana tras semana en un diario diferente a PORTAFOLIO. ¿Cómo lo hacen? Al igual que los grandes, mantienen el secreto. Si revelaran esa elusiva verdad, como la llama Patterson, perderían su ventaja. Pero nada mencionan de los costos en que incurren, más aún tratándose de inversiones de apenas mil dólares. Tampoco aclaran en qué plataformas podemos seguir sus proezas y nada dicen sobre quién fiscaliza. Dejan más de una duda. Propusieron un stop loss de 0,5 por ciento (mecanismo que limita las pérdidas), lo cual es casi como ir al casino con sólo dos fichas. Lo subieron luego a 1 por ciento, pero empezaron a apostarle a instrumentos apalancados, lo cual es más grave, porque con la volatilidad del producto es como jugar con una ficha. Igual, al poco tiempo lo modificaron de nuevo. Especulan con fondos, lo cual administrativa y legalmente está prohibido. Hacen planteamientos osados, como que el petróleo y el oro se mueven al unísono. Y cuando decidieron apostarle a la baja, el mercado les respondió con 23 subidas en 25 días. Recomendaron invertir en plata al observar que en dos ocasiones ocurrió un mismo fenómeno. Caen en uno de tantos sesgos mentales reseñados por los científicos en comportamiento; pero sacar conclusiones a partir de un muestreo tan pobre es ir al extremo. En ese tipo de plazo, los mercados básicamente son impredecibles. Reaccionan ante una súbita escaramuza entre las dos Coreas, ayatolás que se alborotan y Grecia que destapa problemas, nigerianos a quien les da por bloquear su petróleo, una empresa que superó los pronósticos. ¿Tendrán analistas clarividentes desparramados por el mundo? Los profesores Barber y Odean, entre muchos, han demostrado la futilidad de tales esfuerzos. Algunos inversionistas, muy hábiles y cuidadosos, pueden superar al mercado. Pero en un medio donde se concede tan poca importancia a la cultura de invertir a largo plazo (el único camino relativamente seguro) y donde prima la búsqueda del dinero rápido y fácil, ese mensaje no es el mejor que se pueda ofrecer. HARRY ADLER. Consultor privado Claro que a veces estos ge- nios se equi- vocan en grande, y ya van tres ocaciones en que casi destruyen el mundo.ANDRUI
Finanzas
21 abr 2010 - 5:00 a. m.
¿Qué tan fácil resulta el mercado?
A pesar de múltiples advertencias, nos ronda la fantasía de poder superar al mercado. Después de leer a Scott Patterson, quizás de- saparezcan las ganas con el correspondiente ahorro en tiempo y dinero.
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