Hace un año, la preocupación dominante era un sistema financiero impedido y asustado, en el que primaba la desconfianza entre sus participantes, lo que motivó una intervención sin precedentes de los gobiernos para restablecer su funcionamiento.
Las aguas vuelven a su cauce y el restablecimiento del flujo del dinero y el repunte económico han devuelto al oxígeno a las entidades financieras, que perderán menos que lo pronosticado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en octubre.
Pero el riesgo se ha transferido de los balances privados a los públicos. "La inquietud que despiertan los riesgos soberanos de las economías avanzadas podría atentar contra la estabilización y prolongar el colapso del crédito", alertó el FMI en su 'Informe de Estabilidad Financiera Mundial', divulgado este martes.
Las grandes necesidades de financiación de los gobiernos podrían elevar las tasas de interés, dado que el suministro de préstamos es limitado, lo que a su vez perjudicaría a los bancos y a las pequeñas y medianas empresas, que necesitan créditos para subsistir, según el FMI.