Casi dos siglos de haber comenzado la lucha en varios países de América para liberarse del poder que sobre ellos ejercía la Corona española, el nombre de Francisco Miranda aún no se reivindica de forma total, pese a los intentos que han hecho varios historiadores.
Para Fermín Goñi, escritor pamplonés, autor del libro Los sueños de un libertador -que narra la vida adulta de Miranda-, no es de sorprender que haya al menos tres autores que "trabajan en novelas que tienen fragmentos de la vida de Miranda como eje de la narración", lo que evidencia la importancia del personaje.
"Nadie como él refleja lo que fue el siglo de la Ilustración (...), resulta increíble que en el año 2010 tengamos que hablar de la importancia de la vida y la obra de Miranda, muy desconocida en casi toda América Latina", asegura el autor.
El también periodista considera que Miranda fue "el impulsor de la arquitectura moral que hizo posible el levantamiento popular" de América del Sur, por lo que cree que es justo reivindicar su nombre en el momento en que se conmemora el Bicentenario independentista de varios países latinos, entre ellos Colombia y Venezuela.
"Es la oportunidad para llamar la atención sobre la vida de una persona cuya aportación a la independencia de los países de América Latina es fundamental: sin Miranda jamás hubiese habido una revolución bolivariana, al menos en el tiempo y forma en que sucedió", sentencia Goñi.
Nacido en Caracas el 28 de marzo de 1750, Francisco de Miranda fue hijo de Sebastián de Miranda Ravelo, un comerciante español nacido en las Islas Canarias, y de Francisca Antonia Rodríguez Espinosa, oriunda de Caracas.
A la edad de 20 años partió rumbo a España para entrar en el Ejército y servir durante algunos años a la Corona española, además de tomar clases de francés, matemáticas y geografía, e iniciar una vasta colección de libros que, se estima, llegó a ser una de las más grandes de la época al reunir 6.000 tomos.
Debido a ese gusto, que lo llevó incluso a leer textos prohibidos, fue perseguido por la Inquisición, hecho que, unido a su espíritu rebelde y a los arrestos e intrigas que sufrió durante su etapa como militar, lo obligó a salir de España rumbo a las Antillas, desde donde viajó a América del Norte.
"Ser perseguido le marcó tanto, que visitando Estados Unidos en 1783, y tras ver la experiencia habida en las antiguas 13 colonias frente a la metrópoli británica, decidió luchar el resto de su existencia para conseguir que la América sometida a la Corona española fuera libre e independiente", explica Goñi.
Durante ese viaje conoció a George Washington y comprendió más a fondo el movimiento independentista de aquellos lares que, de alguna forma, lo inspiraron para tratar de liberar a la América hispana.
Este objetivo fue su gran motivación, aunado a su gran espíritu de conocer el mundo, el cual lo llevó de regreso a Europa; ahí recorrió casi todo el continente hasta llegar a Rusia, donde conocería a Catalina la Grande, de quien se dice fue amante y de cuya ayuda disfrutó, en 1787.
Un lustro después llegaría a Francia y vería de cerca el movimiento revolucionario, en medio del cual conoció al 'Pequeño Cabo', Napoleón Bonaparte, quien, admirado por el valor de Miranda, lo calificó como "un quijote sin locura que llevaba fuego en la sangre". La exclamación no era para menos, puesto que el caraqueño era políglota, militar de alta graduación en los ejércitos de España, Francia y Rusia; además de viajero, escritor, editor y periodista.
"Fue el primer sudamericano culto que conoció, no sólo Europa, sino el mundo". Eso escribió el premio Nobel V.S. Naipaul y me parece una definición muy acertada, pero incompleta, porque Miranda fue mucho más que un hombre culto.
Por ello, no es coincidencia que en el 2007 la Unesco haya declarado los archivos de Miranda patrimonio de la humanidad: cerca de 12.000 folios que demuestran la estupenda formación que tenía el militar venezolano.
Además, el pasado 6 de junio, sus archivos y los de Simón Bolívar pasaron a estar bajo control del Gobierno de Venezuela, después de haber permanecido en la custodia de la Academia Nacional de la Historia durante 83 y 11 años, respectivamente.
Una muerte lejos de la patria, sin gloria y en el olvido
Aunque en un comienzo Mirada fue vetado para regresar a Venezuela, pues la Junta de Caracas no gustaba de sus planes revolucionarios, le fue concedido un permiso para volver. Todo parecía ir bien: el 4 de enero de 1811 la misma Junta, a nombre de Fernando VII, lo nombró Teniente General y ordenó quemar los papeles que denunciaban sus actividades revolucionarias.A ello se le agrega el hecho de que fue uno de los firmantes del acta de Independencia de Vene zuela el 21 de diciembre de 1821. Sin embargo, la defensa del país contra los ejércitos realistas encabezados por Domingo de Monteverde fue su golpe fatal, porque este no respetó los acuerdos de palabara y convenció a Bolívar de apresar a Miranda, quien fue entregado a las fuerzas realistas para ser encarcelado y trasladado a España, donde murió preso.