El panorama inversionista de Colombia cambió en el primer semestre del año que termina, con las decisiones de las firmas calificadoras de riesgo Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch Ratings de otorgarle el grado de inversión al país. Este se constituyó en uno de los acontecimientos más importantes del año en materia económica por los efectos que conlleva, más aún en medio de un ambiente enrarecido en el contexto internacional.
A mediados de marzo, Standard & Poor’s le otorgó grado de inversión a Colombia tras elevar la calificación a su deuda de largo plazo de BB+ a BBB-, mientras que la deuda de corto plazo pasó de B a A3.
En mayo, el turno fue de Moody’s y, un mes más adelante, la decisión le correspondió a Standard & Poor's, con lo cual Colombia entró al selecto grupo de naciones con grado de inversión.
La primera calificación de grado de inversión, tras 11 años de espera, la otorgó la agencia DBRS, con lo cual el país completó cuatro espaldarazos en la misma dirección.
Para la Nación, esto representó acceder a una nueva base de inversionistas cuyos lineamientos internos sólo les permite adquirir deuda que cuente con grado de inversión.
“Es como un certificado de buena conducta en materia económica y, en la práctica, lo que hace es permitirles a muchas empresas, fondos e instituciones que tienen cuantiosos recursos invertirlos en Colombia”, dijo en su momento el presidente Juan Manuel Santos.
La capacidad de resistir a los choques externos, el buen récord de manejo de la deuda, la regla fiscal, el proyecto de regalías, fueron algunas de las razones.