El andamiaje del Banco de la República basado en el libre mercado y en el patrón oro sería transformado por la crisis de 1929 que obligó a rediseñar cada uno de los instrumentos de intervención del banco central.
Sus administradores obtuvieron entonces más discreción en sus decisiones de permitir la devaluación del peso, de emitir libremente, de prestarle al Gobierno o el declarar una moratoria general para los agentes endeudados que no pudieron honrar sus obligaciones, hasta que se salió de la depresión económica.
Tales políticas contribuyeron a que la crisis fuera superada con relativa rapidez y que la economía colombiana volviera a tener fuertes crecimientos de 1933 en adelante.
Sin embargo, las políticas entre 1929 y 1932 fueron procíclicas, con el nivel de tasas de interés reales, de entre 40 y 30 por ciento, obtenidas durante esos años, explicadas por fuertes caídas de los precios al consumidor, hasta que se abandonó el patrón oro en 1931.
Una vez abandonado el patrón oro, que fuera remplazado por un sistema de flotación controlada de la tasa de cambio, el Banco de la República aumentó la emisión primaria prestándole al Gobierno fuertes sumas de dinero que en 1934 alcanzaron el 4 por ciento del Producto Interno Bruto.
El aumento del gasto público, a su vez, elevó la liquidez de la economía a los niveles previos de 1929 y, con ello, tanto el nivel de precios obtuvo incrementos nuevamente como las tasas de interés reales pasaron a niveles negativos o bajos después de 1934. Fue el inicio de una recuperación económica importante y, sobre todo, de la industrialización.
En efecto, el ingreso cafetero fue inflado mediante la devaluación del peso y su demanda irrigó a las producciones locales que fueron protegidas por aranceles altos y el control de cambios que introdujo muchas barreras no arancelarías al comercio de importación.
El sistema financiero no contó con tasas de interés reales que reflejaran las condiciones de ahorro e inversión, especialmente cuando se tornaron negativas, llevando a la deficiente asignación de esos recursos, a la llanura de los mercados financieros y a un crecimiento económico menor al que hubiera sido posible con un mercado profundo de capitales.
De cierto modo, la economía política del período nos sugiere que los bancos eran relativamente débiles frente a los cafeteros y los terratenientes tradicionales, que los industriales terminaron favorecidos y comenzaron a fortalecerse, por lo cual estos intereses pudieron legislar a través de los políticos que los representaban la captura de préstamos blandos, deteriorando los ingresos de los bancos. De esta manera, el sistema financiero les sirvió más a algunos cafeteros, terratenientes e industriales que a sus propietarios.
En conclusión, las condiciones políticas, económicas y geográficas del país durante el siglo XIX no fueron las más adecuadas para propiciar un crecimiento económico alto y sostenido.
Sin embargo, los relativos éxitos económicos de algunas regiones como Antioquia y Cundinamarca y el surgimiento de empresarios y banqueros fue dando lugar a un recambio político que pudo concretarse después de una larga y cruenta guerra y del desmembramiento del país.
Individuos y partidos buscaron y encontraron la reconciliación con instituciones que marcaron un nuevo camino de paz política. Las nuevas instituciones políticas y económicas encausaron el crecimiento económico de Colombia durante el siglo XX.
Como se verá más adelante, las políticas monetarias y fiscales durante la mayor parte del nuevo siglo estuvieran marcadas por la prudencia, creando unos equilibrios macroeconómicos suficientes para sostener el crecimiento.
Finanzas
14 may 2009 - 5:00 a. m.
La gran depresión, industrialización y sector financiero
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