Los expertos deben centrar su atención en problemas mucho más graves para el país como el ordenamiento del territorio y la adecuación de sus usos a la vocación productiva.
JAIRO SÁNCHEZ*
Especial para PORTAFOLIO
El tema ambiental de mayor preocupación para el país debe ser la adecuación de los usos a las vocaciones del territorio. No hay que sobredimensionar el tema del cambio climático.
Aunque Colombia debe participar en los foros internacionales sobre el cambio climático, como la Cumbre de Copenhage, los científicos y académicos colombianos deben centrar su atención en problemas mucho más graves para el país como el ordenamiento del territorio y la adecuación de sus usos a las vocaciones.
El país cuenta con todos los pisos térmicos, pero son sistemas frágiles desde el punto de vista ecológico. Como prueba de ello, el país está perdiendo sus nevados, que son fuente importante de los recursos hídricos, no sólo por los efectos del cambio climático. El problema del ordenamiento del territorio tiene que ver con la propiedad y con el conflicto armado que enfrenta el país, ya que buena parte de las tierras con vocación agrícola o forestal son usadas para ganadería.
Este fenómeno obliga a los campesinos a desplazarse hacia las tierras con peores condiciones para la agricultura, con lo cual se genera una presión adicional sobre el sistema de regulación hidrológica, principalmente sobre las cuencas de los ríos. Como consecuencia, cada vez se registran con mayor fuerza inundaciones tras un par de aguaceros y sequías en las represas con algunos días de verano.
LA VERDAD CIENTÍFICA
Actualmente, hay un reconocimiento a lo que dicen los científicos en relación con el cambio climático y, por lo tanto, no se pueden eludir los criterios de la ciencia y la tecnología, ya que se sobre ellas se construyen valores fundamentales en las sociedades modernas. Hay un consenso abrumadoramente mayoritario entre los científicos sobre la inminencia de las catástrofes asociadas al cambio climático: aumento de temperaturas, incremento en el nivel del mar y cambios en los regímenes de lluvias, con serios efectos sobre la producción de alimentos y sobre el desplazamiento de poblaciones de las zonas afectadas por inundaciones o sequías extremas.
En ese sentido, los políticos también prenden las alarmas frente a los pronósticos de los científicos, pero son más fuertes lo intereses económicos que el reconocimiento mismo de los peligros anunciados.
Eso explica el tímido comportamiento de los gobernantes y el resultado de las reuniones internacionales -como la Cumbre de Copenhage- que por lo general resultan insuficientes a juicio de los científicos.
Es más, en los últimos dos años los informes de los científicos son cada vez más alarmantes, lo cual se evidencia en el deshielo de los casquetes polares por cambios en la temperatura de la Tierra.
Sin embargo, aunque hay pronósticos con ciertos rangos, la complejidad del tema climático no permite eliminar la incertidumbre. Es decir, aunque hay momentos donde las predicciones funcionan, la teoría de las catástrofes reconoce la difícil capacidad de predicción sin que ello invalide las tendencias.
EL DILEMA ECONÓMICO
En medio de las discusiones sobre la disminución de gases de efecto invernadero, hay un problema gravísimo: que los países desarrollados saben que si le imponen demasiadas restricciones a la producción de energía y por lo tanto al aumento de la producción, entonces eso disminuye las tasas de crecimiento económico y reduce el empleo.
Eso tiene grandes costos políticos, salvo que se haga una gran modificación en el modelo económico vigente. * Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas e investigador del Idea de la Universidad Nacional
El debate en Copenhague
Estados Unidos dijo que países como China, India y Brasil están registrando altas tasas de crecimiento económico en los últimos lustros, pero generan altas emisiones y por lo tanto deben tener una mayor responsabilidad en el asunto. A los países ricos se les olvida que desde el punto de vista de la responsabilidad política de las naciones lo que importan son las emisiones per cápita (por habitante). El debate político radica en que E.U. es el líder en emisiones per cápita y dobla a Europa y ésta a su vez a Japón, con lo cual cerca del 10 por ciento de la población produce el 50 por ciento de los gases de efecto invernadero.