En cuanto a lo primero, no ha pasado del ejecútese a cúmplase, como dice bien María Isabel Rueda, cuando ya lo quiere poner en la entorpecedora tarea de buscar la repetición. Por fortuna el primer mandatario tiene los pies bien puestos sobre la tierra y no cree en pajaritos de oro. De acuerdo con la tesis que quieren aplicar ciertos personajes amantes a ultranza de las bondades del mercado, resulta muy fácil mostrar que el mecanismo de mercado le asegura a la sociedad la posibilidad de alcanzar simultáneamente dos puntos de la frontera límite de opciones: una, la máxima de producción y, dos, la de utilidad máxima. Lo indicado es dejarlo operar en forma libre dado que, bien es sabido, no es posible cambio alguno que aumente la utilidad del individuo sin disminuir la de otro, ni que se incremente la producción de un bien sin reducir la de otro. Esta es la forma como se llega al llamado punto de equilibrio del sistema. Dicho de manera más simple y para quitarle ese sospechoso sabor teórico al planteamiento, bien se puede decir que dejando actuar en forma libre las fuerzas del mercado, el sistema de precios funciona de tal manera que el punto en el que se encuentran esas fuerzas es el de equilibrio de la economía, los beneficios y las cargas están bien distribuidas. Las cosas en la práctica no son así, porque el mercado adolece de grandes fallas que deben ser corregidas. Por ejemplo, aunque los puntos de producción y de consumo determinados por el mercado sean eficientes, no necesariamente deben considerarse como deseables desde el enfoque ético. Por tanto, la sociedad muchas veces decide intervenir en el mercado por medio del Estado para asegurar que los puntos reales de producción y consumo sean los deseados por ella. En la medida en que la propia distribución del ingreso presente aspectos relacionados con los bienes públicos o factores externos, puede suceder que el mecanismo de mercado dé una solución ineficiente, aunque no haya otros bienes públicos ni otras fuentes. Es este el motivo por el que el Estado debe establecer impuestos o subvenciones redistributivas. De allí que muchas personas decidan otorgarle a los impuestos alta capacidad de incidir en la distribución del ingreso; al punto de confiar más que en cualquier otro instrumento. Sin descartar la influencia que el sistema tributario pueda -y en efecto puede- ejercer sobre la equidad, se ha demostrado que los gravámenes no tienen mucha importancia a la hora de medir la distribución del ingreso. En efecto, en los últimos años se hicieron varios estudios mediante los cuales se intentó evaluar la incidencia fiscal de los impuestos y de los gastos públicos. Al examinar tal incidencia se ha llegado a la conclusión de que la estructura impositiva es progresiva si la proporción de impuestos pagados aumenta a medida que lo hace el ingreso y que es regresiva si disminuye. Infortunadamente en nuestro país la evasión, la elusión y las ventajas fiscales tornan regresivo el mecanismo. rosgo12@hotmail.comHELGON
Finanzas
15 sept 2011 - 5:00 a. m.
Los impuestos poco redistribuyen
En sus últimas declaraciones, el jefe del Partido Liberal Rafael Pardo, no sólo echó a rodar la idea de que ya se debe ir pensando en la reelección del presidente Santos, sino que se quejó de que el Gobierno no hubiera hecho nada por darle trámite a una reforma tributaria que enfrente pronto el complejo problema de equidad intenso en nuestro país.
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