Primero, el proyecto de Ley no es del Gobierno sino del Ministro de Hacienda. Las principales críticas, surgidas desde el día siguiente de su anuncio, han venido del propio Presidente, de los ministros y los miembros de la bancada uribista en el Congreso. Lo natural, lo serio, lo responsable, por lo menos institucionalmente, en un proyecto tan importante, debió ser su discusión al interior del Consejo de Ministros o del Conpes. Y eso claramente no sucedió. Segundo, la reforma no es estructural, porque sólo aborda los tributos del Gobierno Nacional, no mira las contribuciones parafiscales, ni los tributos de los departamentos y municipios, que también pagamos los ciudadanos y las empresas. Formalmente, no busca generar mayores ingresos, y eso en el marco de un gobierno central que mantiene un déficit del 5 por ciento del Producto Interno bruto, o del 6 por ciento según la certificación oficial de la Contraloría, claramente implica que en los próximos años tendremos que abordar la discusión de una nueva reforma. El concepto de neutralidad es un tanto curioso. Se afirma que se mantendrá el mismo recaudo tributario en relación del PIB. Según la reforma en el 2007 el porcentaje será del 15,8 por ciento del PIB, mientras para la presente vigencia se tiene un recaudo previsto de 15,4 por ciento, es decir, un aumento del 0,4 por ciento del PIB. En otras palabras, el Gobierno pretende llamar estructural a una propuesta que claramente no lo es. Tercero, hasta el momento se ha concentrado la discusión de la renta en las tarifas nominales, diciendo, con razón, que son de las más altas de América Latina. Pero evade la realidad contundente que las tarifas efectivas, el pago real de las empresas, están en un rango entre el 17 y 25 por ciento ubicándose en el grupo de los pagos reales más bajos del continente. Cuarto, se busca balancear el nivel de pago del impuesto de la renta, en el mismo nivel, tarifa, tanto para las empresas como para los salarios. En el primer caso, el pago se calcula sobre las ganancias de las empresas, en cambio, en el de los trabajadores se hace sobre el ingreso total. Esto quiere decir que mientras las rentas de capital, tienen la opción de descontar sus costos y el impuesto se paga sobre las ganancias, en el caso de las laborales, se realiza sobre todos los ingresos. Por ello es necesario afirmar que las exenciones de las empresas y de las rentas laborales no pueden ser vistas ni comparadas con el mismo patrón. Todas estas inconsistencias en la actual discusión tributaria confunden aún más a la opinión pública y es muy difícil, en este contexto calcular los beneficios y costos de la misma. Pareciera que estamos ante uno de los trucos propios de las películas de Hollywood: el policía bueno y el policía malo: el Ministro es el malo, dispuesto a tratar de ser ortodoxo y responsable. El Presidente, por otro lado, juega a ser el policía bueno, candiendo, escuchando los reclamos y buscando un punto medio. Esa es la forma como los policías de las películas negocian con los criminales. En nuestro caso, es la estrategia del Gobierno para negociar con su sociedad. Profesor Universidad Javeriana "El Gobierno pretende llamar estructural a una propuesta que claramente no lo es.
Finanzas
28 ago 2006 - 5:00 a. m.
Inconsistencias tributarias
Estamos ante una discusión sobre la reforma tributaria llena de confusión por la falta de claridad sobre lo que se busca con la misma. A mi manera de ver, ella es producto de una serie de inconsistencias de parte del Gobierno. Veamos algunas de ellas.
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