Al tiempo que han empezado a salir a licitación las nuevas concesiones viales por 50 billones de pesos, en el exterior las empresas colombianas celebran la adjudicación de millonarios contratos para construir autopistas y ampliar aeropuertos y vías interurbanas.
Primero entraron a los mercados más cercanos, como Panamá, Perú y Centroamérica; ahora son fuertes competidores en Chile, México, España y Estados Unidos.
Según Juan Martín Caicedo, presidente de Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), gremio que hoy inaugura en Cartagena su congreso anual, “el 56 por ciento de las firmas constructoras colombianas están participando en proyectos de infraestructura en otros países, y el 57 por ciento de las consultoras desarrolla alguna actividad en el exterior”.
En la infraestructura, como en otros sectores, ¿se cumple lo de que ‘nadie es profeta en su tierra’?
Los escándalos que injustamente han lesionado el nombre de la ingeniería de bien han derivado en una circunstancia muy paradójica: se le reconoce más a la ingeniería colombiana afuera que adentro. Esos éxitos ponen de presente que las empresas nacionales tienen músculo para asumir los retos que vienen en el país. Por eso, no tendría sentido no aprovechar la inversión que viene para fortalecer la ingeniería local.
¿Cómo se puede garantizar que estas nuevas obras no sufran los males de las anteriores: ‘renegociadas 430 veces, aumentando en 280 por ciento sus costos’, como dijo el presidente Santos?
Sucedieron varias cosas. Algunas tuvieron fallas en la estructuración, pero la mayoría han dado resultados muy positivos. Muchas de las renegociaciones y adiciones se hicieron dentro del marco de las normas vigentes, bajo la presión de las comunidades o sugeridas por el Gobierno. No se puede satanizar el modelo, lo que se ha hecho nos ha permitido ir mejorando. Por eso ahora el pago a los contratistas es por la entrega de unidades funcionales de las obras.
¿Qué tan atrasados estamos en infraestructura urbana?
A las urbes de nuestro país les están haciendo falta los anillos perimetrales de movilidad que acorten el desplazamiento de los usuarios, muy al estilo de las ciudades europeas e inclusive de Santiago de Chile. Si se aprovecharan bien, las autopistas urbanas concesionadas, con sistema de peajes electrónicos, pueden terminar subsidiando otras obras de infraestructura. En el caso de Bogotá, las fases futuras del TransMilenio.
¿Cuándo se implemente la ley de infraestructura se destrabarán las obras?
Del trámite exitoso de esta ley dependen la suerte y ejecución cabal de los futuros proyectos, el cumplimiento de los cronogramas y la tranquilidad del mercado, de los bancos y los aseguradores.
En el mediano plazo, los contratos solo se deberían adjudicar si están solucionados los problemas ambientales y prediales, para no repetir la historia de otros proyectos.
Christian Pardo Quinn
Redactor Economía y Negocios