La producción de alimentos en el mundo deberá crecer 60 por ciento en menos de 40 años para poder alimentar a la creciente población. América Latina tiene recursos naturales, conocimiento y, en general, amplias condiciones para poder contribuir a la sostenibilidad alimentaria global, pero hay grandes desafíos para cumplir con este cometido.
Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado La próxima despensa global: Cómo América Latina puede alimentar al mundo, señala que actualmente hay una gran oportunidad para mejorar la productividad en la región.
De hecho, si la productividad continúa creciendo 2,67 por ciento anual, no solo se podría satisfacer la demanda local, sino aumentar la participación latina como proveedor del mundo.
El presidente del BID, Luis Alberto Moreno, afirma que el reto no es solamente aumentar la producción, sino ampliar la agricultura en áreas que no sean sensibles, y sin disminuir la capacidad productiva de la tierra. Por eso, más que ampliar la inversión al desarrollo agrícola, es necesario que haya un uso más eficiente de los recursos que destinan Gobierno y sector privado al campo.
Sin embargo, en materia de inversión, Colombia no luce bien. El informe muestra que el país, junto a Guatemala y Paraguay, es de los que menos recursos destina al agro.
Y solamente invierte en investigación y desarrollo, así como en inspecciones. En el resto de la región, hay mayor diversificación e incluye las facultades de ciencias agrarias, infraestructura y promoción.
Uno de los planteamientos generales del BID es que los países pasen de un esquema de entregar subsidios a invertir en bienes públicos. Señala que un redireccionamiento del 10 por ciento de los apoyos directos aumenta en 2,5 por ciento los ingresos agrícolas per cápita.
EL DESTINO DE LA PLATA
El estudio señala que para lograr avances en el interés de proveer alimentos al mundo, son varios los frentes que demandan más recursos.
Una de las prioridades es invertir más en investigación y desarrollo agrícola. El informe dice que debe ser mínimo el 1 por ciento del PIB, pero que debe llegar a un nivel entre 2 y 3 por ciento.
Sin embargo, a la par con los avances en tecnología para el campo, es necesario fortalecer la protección a la propiedad intelectual, dice el estudio.
La innovación e investigación debe traducirse también en mejoras en los sistemas de riego y manejo de los recursos hídricos, y la mecanización de algunos procesos.
De todas formas, una mayor sofisticación exige que los trabajadores del agro estén más capacitados. Por esa razón, el BID plantea que los Gobiernos y el sector privado deben crear políticas, e invertir para que los productores tengan mayor acceso a la información (incluidos los movimientos de los precios) y mejorar la capacidad técnica, así como el uso de los celulares para enviar y recibir información útil para su actividad.
Igualmente, un tema crítico es el acceso al crédito, pues hay productores que, por falta de financiamiento, no pueden expandir sus operaciones.
Al mismo tiempo, solo el 17 por ciento de la tierra cultivada en la región está protegida por algún tipo de seguro, de manera que es muy grande la proporción de agricultores que no tiene cómo protegerse del riesgo.
El informe propone que haya un mayor conocimiento público y privado sobre la financiación al agro, dependiendo de su ciclo productivo.
DE PUERTAS HACIA AFUERA
Por otro lado, hay un asunto que es transversal a toda la economía de un país, y que tiene una relevancia marcada para el sector agropecuario, y es la infraestructura y logística de transporte.
Por un lado, las deficiencias en las vías aumentan los costos de transporte de la producción para ser comercializada y de los insumos necesarios en los cultivos.
Igual ocurre con la logística, pues las limitaciones de capacidad de almacenamiento y los despachos de carga golpean la productividad. Para ayudar a resolver estos cuellos de botella, la visión del BID es que la inversión en infraestructura debería aumentar a 4 por ciento del PIB.
A la hora de comercializar los productos en el exterior, una de las dificultades es que aún existen muchas barreras sanitarias, que exigen que la regulación sea más homogénea.
Otro tema es que, utilizando los acuerdos comerciales, la región pueda integrarse a las cadenas globales de valor, es decir que hagan parte del proceso de obtención de alimentos con mayor sofisticación.