Bloomberg. Se mire donde se mire, hay un máximo responsable ejecutivo pidiendo disculpas por algo. El jefe de Toyota, Akio Toyoda, se disculpa por el gran problema con sus autos que aceleran de forma misteriosa. John Mack, de Morgan Stanley, dice que lamenta el papel que desempeñó su firma en la crisis del crédito y siente especialmente lo que les ha pasado a los accionistas. Lloyd Blankfein, de Goldman Sachs, tiene remordimientos, mientras John Reed, que fue uno de los ex máximos responsables de Citigroup, se siente arrepentido porque la crisis financiera ha afectado a gente que quiero y por la que me preocupo. Los dominantes y controladores ejecutivos no tienen una tradición de ofrecer disculpas, ni ninguna otra cosa, a excepción de codicia. En estos días, sin embargo, los ejecutivos se deshacen de la cautela, expresan emoción y hasta ofrecen gratitud a golpeados contribuyentes por su generosidad forzosa al proporcionar fondos de rescate. Vikram Pandit, la cabeza de Citigroup, dio las gracias a los contribuyentes la semana pasada, y Brian Moynihan, que está al frente de Bank of America, hizo lo mismo en enero. De nada, señores Pandit y Moynihan. Ahora bien, ¿eso significa que van a dejar de mandar esos desagradables mensajes sobre tarjetas de crédito con molestas cláusulas de pago furtivas? Es una buena medida de relaciones públicas dar muestras de un poco de humildad en momentos en que los contribuyentes se arman para el asalto definitivo. Me pregunto, sin embargo, si esa demostración de arrepentimiento empresarial es algo momentáneo y oportuno que seguirá el camino del presupuesto equilibrado en cuanto la economía entre en actividad y la gente vuelva a sentirse próspera y ambiciosa. ¿O hay algún nuevo tipo de presión sobre las instituciones que dará a los peces grandes la posibilidad de seguir disculpándose? TSUNAMI DE PROBLEMAS Una de las razones por las que hay tantas disculpas de ejecutivos es el tsunami de crisis que se extiende desde Wall Street hasta Hollywood y Tokio. La historia sobre los VIP reducidos a la humildad se ha convertido en una forma de arte en Entertainment Tonight, dice Stephen A. Greyser, profesor de administración de empresas de la Escuela de Administración de Harvard. Es una forma de arte en la que a menudo las palabras son objeto de un cuidadoso análisis. Puede observarse la estudiada no disculpa en la que el máximo responsable ejecutivo brinda alguna versión de si sienten que se han visto afectados, lo lamentamos; o una cautelosa disculpa como esta de Blankfein: Participamos en cosas que sin duda estaban mal y tenemos motivos para arrepentirnos. ¿Qué cosas? ¿Cosas que hizo quién? ¿Y qué han hecho para estar seguros de que no vuelva a pasar? En momentos en que todos tienen teléfono celular con cámara en el bolsillo y en que hay un público de Internet que presta inmediata atención a la información sobre nuevos escándalos, a los ejecutivos les resulta más difícil que nunca negar, encubrir y volver al campo de golf. El texto o el video sobre el error cometido pueden recorrer el mundo virtual antes de que haya tiempo de contactar por teléfono a los abogados y a los encargados de relaciones públicas para elaborar una hábil versión de sin comentarios. La dificultad de pedir perdón Los ejecutivos que están habituados a dar órdenes y a conseguir la mejor mesa en San Pietro odian tener que humillarse, y sólo van a hacerlo cuando se sientan acorralados. Eso es doblemente válido en el caso de los hombres de cierta edad, a los que ni siquiera se les ocurre viajar en aviones comer- ciales cuando van a Washington a decir que sus empresas fabricantes de automóviles necesitan un pequeño rescate. Pue- de no gustarles, pero es mejor que los altos ejecutivos se acostum- bren a la idea de recono- cer sus errores, dice Daniel Diermeier, profesor de administra- ción de la Escuela de Administración Kellogg de la Northwestern Univer- sity. Los clientes tienen mayores expectativas en relación con las empresas con las que hacen nego- cios y no van a permitir que los responsables se salgan con la suya. La desconfianza en el sistema financiero crece Consideremos la vieja idea de que los banqueros son socialmente útiles a pesar de que cobran un sueldo excesivo y de que su conducta con frecuencia es indignante, porque proporcionan el lubricante que hace que la economía siga funcionando. ¿La economía? ¿Qué economía? El público ya no cree en los banqueros. La firma Edelman PR preguntó el otoño pasado a 4.875 estadounidenses con educación universitaria si confiaban en que los banqueros hacen lo correcto. Sólo el 29 por ciento contestó que sí, una marcada caída con respecto del 68 por ciento registrado en el sondeo de 2007. Entonces piden disculpas, nos dan las gracias y hasta se explayan sobre sus transgresiones en la televisión por cable. Gerald Levin, ex jefe de Time Warner, hizo uno de los pedidos de disculpas más creíbles que he visto durante una entrevista en CNBC en enero. Levin dijo que, en su condición de máximo responsable en aquel momento, la desastrosa fusión de Time Warner y AOL fue culpa suya, no de su directorio, de sus banqueros ni de sus abogados. El mea culpa habría sido perfecto de no haber sido por una palabra desafortunada. Yo presidí el peor acuerdo del siglo, aparentemente, dijo. ¿Aparentemente? No, creo que todos estamos de acuerdo en que presidió el peor acuerdo del siglo, y punto. Algunos mea culpa funcionan. Otros, no. El movimiento de la contrición continúa, y con tantas expresiones de tristeza, gratitud y amor, empieza a parecerse a un festival al estilo de los años 70. Todos esos tipos sensibles me están haciendo llorar.ANDRUI
Finanzas
13 mar 2010 - 5:00 a. m.
Llegó la era en la que los grandes jefes se disculpan 29%
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