El viaje que fue visto como una apuesta temeraria por la ultraderecha Republicana en medio de la Guerra Fría, inició la materialización de los vaticinios que Nixon había expresado en 1967 en un artículo denominado Asia después de Vietnam, según el cual, China hacia el futuro debía integrarse activamente a la comunidad de naciones para afianzar la estabilidad mundial. Cinco años después de aquella publicación, el Presidente que encarnó el más severo anticomunismo norteamericano había estrechado las manos de Mao, dándole prelación a los intereses comunes antes que a las discrepancias ideológicas. Como prueba de ello el famoso comunicado de Shanghái emitido por la Casa Blanca, destacó en sus últimos párrafos el deseo común de incrementar progresivamente el comercio bilateral. Casi cuatro décadas después de la legendaria visita, los resultados de la relación bilateral entre estos dos países hablan por sí solos. E.U. es el principal socio comercial de China con importaciones que superan los trescientos mil millones de dólares; y China se ha convertido en el principal comprador soberano de deuda norteamericana, acumulando el 24 por ciento de los bonos del Tesoro en poder de otros Estados. Tal ha sido el impacto de esta alianza de mutua conveniencia que el historiador británico Niall Ferguson la ha denominado como la república de Chimérica, un país que representa un poco más del 30 por ciento del PIB mundial. Es más, al examinar lo ocurrido durante la década pasada no cabe duda que gracias a los desbalances globales generados, entre otros, por este matrimonio donde uno ahorraba manipulando el tipo de cambio y le prestaba al otro para gastar desmesuradamente con tasas de interés bajas, se creó una burbuja financiera que se extendió por todo el mundo con repercusiones fatales al momento de la explosión, que hoy son bien conocidas. ¿Podrá entonces continuar esta relación como ha venido funcionando hasta ahora? La respuesta, por el bien de la economía mundial, es no. China debe depreciar su moneda e iniciar un modelo de crecimiento con mayor énfasis en el consumo interno antes que en exportaciones estimuladas por una política monetaria amarrada artificialmente al dólar. Por su parte E.U. deberá recuperar el ahorro interno luego del descalabro hipotecario que descapitalizó millones de familias, aumentar sus exportaciones y desarrollar una agenda gradual de mediano plazo para la reducción del déficit fiscal, que brinde confianza a China y los demás tenedores de deuda sobre el futuro del dólar. Es evidente que una depreciación del renminbi sería saludable para E.U. Lo que está por verse es si el Dragón de oriente está dispuesto a darse la pela por el tío Sam, mediante una acción coordinada o por el contrario, aguantar las consecuencias internacionales de una política monetaria dudosa. Esta será una prueba para la economía mundial y para el matrimonio iniciado por Nixon. '' Es evidente que una depreciación del ren- minbi sería saludable para E.U. Lo que está por verse es si el Dragón de oriente está dispuesto a darse la pela por el tío Sam.WILABR
Finanzas
07 ene 2010 - 5:00 a. m.
El mundo según Chimérica
La semana del 21 al 28 de febrero de 1972 transformó la geopolítica mundial. Guiado por un enfoque visionario, Richard Nixon realizó la primera visita de un presidente estadounidense a China, escribiendo un nuevo capítulo en la historia del siglo XX cuyos efectos han impactado en los inicios del nuevo milenio.
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