Primero sus bancos colapsaron en la ilustración más dramática de la fragilidad de nuestro sistema financiero. Ahora un volcán islandés lanzó ceniza al cielo, lo cual provocó el cierre del espacio aéreo europeo. El continente estuvo paralizado. Los aviones estuvieron varados. Los viajeros se quedaron atascados a miles de kilómetros de sus familias y sus lugares de trabajo. La actividad se frenó. Los dos sucesos son curiosamente similares. Para tomar una expresión de la teoría financiera, son cisnes negros: acontecimientos inesperados, salidos de la nada, para los cuales nadie tiene un plan de contingencia. Y advierten sobre la fragilidad de la economía moderna. La lección es, sin duda, que debemos tomar conciencia de con qué facilidad pueden desmoronarse sectores enteros. Y que tenemos que desarrollar sistemas lo suficientemente robustos como para sobrevivir a lo peor que pueda caerles encima. Si podemos extraer esa enseñanza de la prohibición de vuelos, deberíamos alegrarnos, aun cuando miles de personas se quedaron varadas lejos de su casa. El volcán Eyjafjallajökull generó caos a escala masiva. Desde la erupción del 14 de abril, se cancelaron más de 88.000 vuelos. Una desaparición parcial de la nube de ceniza, que puede causar un daño letal a los motores de los aviones, hizo que algunos aeropuertos europeos comenzaran a reabrir a mediados de esta semana. Nadie sabe realmente cuánto tiempo más el volcán representará una amenaza para los cielos. Esta es la cuarta erupción que presenta y la de 1821 duró más de un año. Podemos sacar lecciones útiles, si queremos aprenderlas. Primero, dependemos de los viajes aéreos. Nuestra economía se mantiene en movimiento gracias a flotas de aviones y a una red de aeropuertos. Los negocios giran en torno de reuniones en hoteles cerca de las pistas. Los documentos son transportados por aire. Hasta la comida en los almacenes a menudo aterriza un día antes proveniente de otro continente. Pero las redes aéreas son muy delicadas. Están constantemente a merced del tiempo, del fallo mecánico, de las huelgas de los trabajadores y de los complots terroristas. Tendríamos que haber aprendido, después de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, a no depender tanto de volar. Asimismo, deberíamos escuchar más a los científicos del cambio climático que advierten sobre el efecto del calentamiento global. Quizás el caos de estos últimos días nos enseñe que nuestra economía tiene que estar más conectada con la Tierra, tanto metafórica como literalmente. Un volcán con pocas erupciones El volcán Eyjafjallajökull está situado en el sur de Islandia, limitando al sur con el océano Atlántico. En la historia del volcán se datan cuatro erupciones, la primera de las cuales se produjo alrededor del año 550. La segunda erupción se produjo en 1612, la tercera fue entre el 19 de diciembre de 1821 y el 1 de enero de 1823. La última es la que se produjo el pasado día 20 de marzo, aunque no fue hasta el 15 de abril cuando se tomó la determinación de cerrar el espacio aéreo y la mayor parte de los aeropuertos en el norte y centro de Europa. El mundo todavía es ancho y ajeno Otra lección para aprender: nos olvidamos de que la distancia cuenta. La globalización hizo que el mundo pareciera un lugar muy pequeño. Los correos electrónicos saltan de un continente a otro en un abrir y cerrar de ojos. Las redes sociales nos permiten ser amigos de personas a miles de kilómetros de distancia con tanta facilidad como si vivieran en la otra calle. El dinero viaja como un rayo de un país a otro y las ideas y tendencias dan la vuelta al mundo. Y sin embargo, cuando la tecnología deja de funcionar, Helsinki está lejos de Madrid, o Nueva York de Berlín. Si intentamos hacer ese viaje a la antigua -en auto, por barco o a pie-, de golpe nos daríamos cuenta de que la distancia entre los lugares todavía incide considerablemente. El mundo no es la aldea global que nosotros creemos. Sigue siendo un lugar vastísimo y lo local a menudo puede reaccionar con fuerza a lo global. Igualmente, debemos estar preparados para lo imprevisto. Hace un par de años, lo que se hizo pedazos fue el sistema financiero. En este momento, es el sistema de transporte. En ambos casos, la causa fue algo que no esperábamos, para lo cual no teníamos planes. Pensábamos que los fondos de cobertura podrían golpear a los bancos -en cambio, lo hicieron unas hipotecas de apariencia más bien insulsa-. Pensábamos que los terroristas podían sembrar el caos a través del sistema de la aviación comercial, pero ese trabajo lo hizo la ceniza de un volcán de Islandia. "Viajar en avión es útil. Es la forma más rápida y en general más barata de moverse. Pero no debemos depender tanto de ella. "Las posibilidades de los seres humanos para minimizar los desastres naturales están muy lejos de convertirse en realidad. ADRVEG
Finanzas
24 abr 2010 - 5:00 a. m.
La naturaleza aún le gana al hombre
Durante una generación o más, Islandia mantuvo un bajo perfil. Ahora el país conmocionó al mundo dos veces en un par de años.
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