América Latina está pasando por un buen momento gracias a factores internos y externos, pero hay que hacer la tarea, tener cautela y recordar que las bonanzas se acaban, sostiene el ex presidente del Banco Interamericano.
Tanto como secretario general de la Cepal, presidente del BID o secretario actual del proceso de cumbres iberoamericanas con sede en Madrid, observa de cerca la marcha de la región. Portafolio lo entrevistó.
¿Cómo ve el entusiasmo sobre las posibilidades de América Latina?
Ese auge tiene su justificación. Capeamos el temporal de la crisis bastante bien y ahora vemos tasas de crecimiento altas. Es natural que haya un estado de euforia generalizada, sobre todo en los países de Panamá hacia el sur.
¿Y cuál es su opinión?
Creo que hay que tener cuidado y recordar que estas cosas no duran toda la vida. Es el momento de hacer las tareas que no pudimos en el pasado porque tenemos una holgura financiera que nos lo permite.
¿Esa holgura es real?
Sin duda. Estamos cosechando experiencias de muchos años de manejar la macroeconomía, algunas malas y otras buenas. Quienes llevamos tanto tiempo trabajando en la región recordamos lo que llegó a suceder con la inflación, con la balanza de pagos o con la deuda externa. Todo eso dejó un sedimento del que hemos aprendido.
¿En qué se resume el aprendizaje?
En que, con algunas excepciones, sabemos qué es lo que se debe hacer para que la economía funcione, con equilibrios fundamentales. Dejamos atrás la falta de respeto por los desbordes fiscales o monetarios, al igual que los controles artificiales de las tasas de cambio. Hoy sabemos hacer mejor las cosas.
¿Qué otro elemento identifica?
Que estamos vinculados a vientos de crecimiento muy fuerte que vienen del mundo asiático, porque ellos necesitan todo lo que nosotros tenemos. Somos muy buenos en producción de alimentos, energéticos, metales y otros minerales. Contamos con agua y grandes recursos forestales. Estamos bien posicionados. Mucha gente está viniendo… Así es. América Latina se volvió muy atractiva para la inversión privada, porque con el exceso de liquidez que hay en el mundo y el bajo crecimiento en el norte, la gente viene al sur.
Eso nos crea dificultades en las tasas de cambio, claro, o impulsa el crédito que va muy bien, incluso demasiado rápido.
¿Esa mezcla qué produce?
La impresión de que estamos en la cresta de la ola. Yo siempre le he tenido miedo a estas cosas. Pueden ser los años, pero como he vivido otras situaciones de este tipo y sé que el despertar de las bonanzas puede ser doloroso, hay que tener una actitud cauta. Pero este impulso puede durar mucho… Puede durar mucho, pero no va a durar toda la vida. Por eso hay que prepararse siempre para cuando vengan las ‘vacas flacas’.
Por lo pronto, hay que mantener la macroeconomía funcionando así. Lo otro es mirar a los temas de fondo como la educación de calidad o el apoyo a la innovación, que también pasa por un adecuado desarrollo de la infraestructura. Hay que salir al encuentro de la reforma del Estado, que debe ser mucho más eficiente.
¿Qué más sugiere?
Concentrarse en la productividad que es uno de los grandes pendientes. También hay que mirar la integración con otros ojos que vayan más allá de lo formal y con acuerdos para hacer infraestructura o apoyar a las multilatinas, que se han convertido en un instrumento poderosísimo.
Y el crimen, que es una gran amenaza. Hay varias alarmas sonando en el mundo… Yo no soy catastrofista, pero sí creo que China puede llegar a una tasa de crecimiento más baja que la actual y eso puede impactar el precio de las materias primas.
¿Hay que evitar la ‘chino dependencia’?
Tenemos que evitar todas las dependencias en un solo sentido. América Latina tiene que mirarse a sí misma y al mundo en su conjunto, en todas las direcciones. No podemos olvidar las relaciones con EE. UU. o Europa. El pluralismo en las relaciones internacionales y comerciales es la mejor defensa.
¿Es malo que la región se esté especializando en productos primarios?
No me preocupa mucho. Para comenzar porque tener materias primas no es una maldición, sino todo lo contrario. Cervantes decía que es mejor tener que no tener. Lo que pasa es que hay que contar con otras actividades para generar el empleo que necesitamos. La dependencia hay que matizarla.
RICARDO ÁVILA PINTO
DIRECTOR DE PORTAFOLIO