E l viejito bonachón, regordete, de ojos azules, largas barbas blancas, vestido rojo, botas y cinturón negro, y su “jo, jo, jo”, cumplirá 80 años en el 2011 y, seguramente, mantendrá la misma edad durante los siguientes 80 años.
Eso, porque Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás o como se lo llame alrededor el mundo, no sólo es el mayor ícono del mercado mundial de consumo y un clásico de la más exitosa campaña de publicidad del siglo XX, sino una verdadera leyenda viva de bondad y generosidad en el imaginario colectivo en casi todos los países del planeta.
Santa no nació en el Polo Norte, rodeado de duendes, hadas, ocho renos y el trineo, sino que llegó al libre mercado de la mano del ilustrador norteamericano Haddon Sindblom (1899-1976), que lo dibujó para una campaña publicitaria de Coca-Cola, en 1931.
Desde entonces, su redonda y risueña figura se instaló en la Navidad y en las mentes de miles de millones de personas en el mundo.
Desde hace 79 años, ese santo ha “repartido” miles de regalos en los cuatro puntos cardinales de la tierra, gracias a los “duendes” del dinero vivo y a los de las tarjetas débito o de crédito emitidas por cientos de bancos en todos los idiomas.
Sin saberlo, ha sido, también, el mayor vendedor y accionista de la historia del mercado libre, el actor principal de cientos de películas o series de televisión y el personaje más destacado en miles de historias infantiles.
Su figura alegre y regordeta multiplica las ventas y da millonarios dividendos en todas partes del mundo a empresas grandes y pequeñas, que, como los “duendes” del Polo Norte, trabajan todo el año para “repartir” los regalos por esta época del año.
Por eso, probablemente, su imagen haya sido una de las grandes responsables indirectas por el incremento, en un 49 por ciento, de las ventas en las navidades colombianas del año pasado y también por haber suministrado otros “regalitos” comerciales a grandes compositores y cantantes.
Santa ha sido homenajeado por personajes de talla mundial como los Beatles, en especial por Ringo Starr, que ganó millones de dólares con su álbum navideño I wanna be Santa Claus (Quisiera ser Santa Claus), editado en 1999.
Bajo su nombre se han construido unas 2.000 iglesias y por sus orígenes se han producido agrias disputas diplomáticas. Cristianos y musulmanes se han unido en múltiples manifestaciones en Estambul para defender el origen turco de Santa Claus frente a los consulados de Suecia y Finlanda, que también se lo disputan y lo defienden con ardor.
CON CASA Y OFICINA
Por eso, y gracias a la poderosa magia del mercado libre, el Santa que nació en 1931 tampoco debe tener ni idea que cuenta con casa y oficina propia en Rovaniemi, norte de Finlandia, sobre el Círculos Polar Ártico y, con otra en Patara, un pequeño y remoto pueblo de la antigua Licia, en la costa oeste del sur de Turquía, en la Península de los Balcanes.
La primera, porque los finlandeses se tomaron en serio la leyenda del Papá Noel que vivía en el Polo Norte y le construyeron un parque temático con su nombre a las afueras de la ciudad universitaria de Rovaniemi, capital administrativa de la provincia de Laponia.
Allí lo pusieron a vivir en una gran cabaña en medio de la nieve, con su trineo, renos, duendes, fábrica de regalos y le instalaron su oficina.
Los turistas pueden visitarlo, conocerlo, fotografiarlo e informarse, entre otras cosas, sobre cuál es el destino de las miles de cartas navideñas que le envían y que hoy le llegan por la red, a su e-mail particular.
La primera turista oficial de esa casa de Santa en Finlandia fue Eleanor, la esposa del ex presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, en 1950.
Turquía también es su casa
La segunda casa de Santa está en Turquía, porque la leyenda más conocida sobre sus orígenes lo identifican con un obispo cristiano de la localidad de Myra, cercana a Patara, donde nació a finales del siglo III D.C. y creció a las orillas del Mediterráneo, viendo llegar los barcos que iban de Estambul a Alejandría y en donde también se hizo famoso por su gran bondad con los más necesitados.
Patara es un pueblo de unos 6.000 habitantes, de mayoría musulmana en el que la leyenda de Papa Noel los hace sentir especiales. “Somos musulmanes. Vivimos de plantar tomates y cítricos, pero somos conscientes de que nos rodea algo importante”, dijo recientemente a la BBC, Hakan Genc, un granjero y guía turístico del lugar.
GLORIA HELENA REY
Especial para PORTAFOLIO