La semana que termina no vino acompañada de buenas noticias económicas, ni en Colombia ni en el exterior. Coincidencialmente, el motivo principal fue el mismo: el comportamiento del empleo tanto en el país como en Estados Unidos, que resultó ser inferior a las expectativas que tenían los analistas.
En lo que atañe al ámbito nacional, en comparación con el mismo periodo del 2014, la tasa de desocupación subió dos décimas en agosto, hasta el 9,1 por ciento, rompiendo una importante seguidilla de reducciones. Adicionalmente, volvió a quedar en evidencia que la calidad de los puestos generados desmejoró en favor de la informalidad.
Al evaluar los resultados, los especialistas se concentraron sobre todo en las principales áreas urbanas. En este caso, el desempleo en las 13 zonas metropolitanas más grandes creció en 0,4 puntos porcentuales, llegando al 9,9 por ciento. El motivo central es que, mientras la oferta laboral aumentó, la demanda experimentó una contracción.
Lo más llamativo, es que en el mes citado se crearon 202.000 cargos nuevos, una cifra muy inferior a los 323.000, que es el promedio del último año. La razón principal es que tanto la industria como los servicios sociales recortaron personal, mientras que otros segmentos que andan bien, como la construcción, no alcanzaron a compensar el bajón.
Tal comportamiento es un campanazo de alarma que no puede pasar inadvertido. No hay que olvidar que la demanda de los hogares es el motor del consumo, cuyo desempeño es clave para la actividad económica. Y si bien es cierto que todavía la población ocupada supera a la del año pasado, de seguir las cosas así, el saldo a favor desaparecería.
Debido a ello, es necesario asegurarse de que los planes para reactivar el empleo por cuenta de la infraestructura y el ramo edificador empiecen a operar cuanto antes. En caso contrario, la luz amarilla podría cambiar de color, siendo reemplazada por un bombillo rojo.
Ricardo Ávila Pinto
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