Al tiempo que en Colombia el Gobierno le daba su certificado de nacimiento al plan de choque para impulsar la producción, rebautizado como PIPE, en otras latitudes subían de tono las advertencias en torno a la suerte de América Latina en estos tiempos.
Una de las voces de precaución que sonó fue la del Banco Mundial, con ocasión de las reuniones de primavera de la entidad, que por esta época se celebran en Washington. Según el organismo multilateral, si bien la región debería elevar su tasa de crecimiento hasta el 3,5 por ciento, en promedio, durante el 2013, dicha cifra todavía es muy inferior al 5 por ciento alcanzado antes de la crisis del 2008.
Peor todavía es la certitud de que el viento que produjo esa marcha ya no sopla con la fuerza de antes. La razón principal es que el auge de las materias primas se ha moderado, como lo comprueban las cotizaciones del petróleo, el carbón, el cobre o la soya. Si bien los precios se mantienen en niveles elevados, esperar un salto similar al experimentado sería ilusorio.
En consecuencia, la institución sostiene que los motores de crecimiento ya no son externos, sino internos. Frente a esa realidad, Augusto de la Torre, el economista jefe del Banco Mundial para la región, sostiene que lo que sigue de ahora en adelante para los países del área “depende fundamentalmente de sí mismos”.
En efecto, el experto dice que una de las claves para mantener un buen ritmo es la dinámica del consumo interno. Otra es reconocer la importancia del sector servicios, que sirve, por ejemplo, para compensar la falta de un ramo manufacturero fuerte.
De manera paralela, el consejo es que el capital extranjero debería ser usado de forma inteligente, sobre todo a la hora de mejorar la calidad de la inversión y suplir la falta relativa de ahorro. Y como última receta hay una insistencia en la necesidad de conseguir avances en productividad, lo cual implica no solo gastar más dinero, sino hacer reformas efectivas para romper los cuellos de botella.