Lo pésimo: el entonces secretario de Estado Ronald Rumsfeld defendía públicamente hace cinco años los interrogatorios a los presos de Abu Ghraib, obligados a permanecer de pie durante ocho horas.
Aducía que él solía trabajar de pie tantas horas o más. El New York Times contestó, en un editorial, que el entonces Secretario de Defensa presumiblemente no trabajaba desnudo ni lo amenazaban perros bravos.
Hoy se sabe que 15 de las 'técnicas' de interrogación de las cárceles de Abu Ghraib, Bagram (Afganistán) y Guantanamó eran mucho peores aún, violaban las Convenciones de Ginebra y habían sido autorizadas desde fines del 2002 por el mismo Rumsfeld para Guantanamó, haciéndose extensivas desde el año siguiente a Bagram (febrero) y Abu Ghraib (septiembre). Como otros funcionarios de la administración Bush, Rumsfeld antepuso su visión de la seguridad nacional al respeto de los tratados internacionales y derechos fundamentales.
Lo malo: al debate ético sobre la invasión militar a un país como Irak, sin casus belli ni mandato de las Naciones Unidos, se sumó la falta de planeación de su ocupación. Fueron desastrosas las decisiones tomadas por las autoridades de ocupación, muy influidas por el Pentágono, hasta la conformación del Gobierno Provisional.
El programa de desbaasificación llevado a cabo por el inepto Paul Bremer (hasta junio del 2004) desempoderó masivamente a los suníes y los arrojó durante cuatro años en brazos de la insurgencia.
La gobernabilidad se restablecería luego, con el 'repunte' en las fuerzas de Estados Unidos y el movimiento 'Despertar' suní, pero nada compensará las pérdidas humanas ocurridas entre mayo del 2003 (declaratoria de victoria de Bush) y mayo del 2007: 3.600 norteamericanos y 800.000 iraquíes, acaso más del 90 y 85 por ciento de sendos 'caídos'.
Lo bueno: también existe. Rumsfeld mostró ser un excelente estratega. Modernizó y tecnificó las FF.AA. de Estados Unidos. Introdujo la 'responsabilidad operativa personal' en cada eslabón de la cadena de mando: el fracaso o la inercia dejaban de ser imputables a 'órdenes superiores'.
Impuso la primacía civil sobre el estamento militar. Entrevistaba personalmente a los más altos oficiales antes de ascenderlos a generales de tres o cuatro soles. Priorizó movilidad, alta tecnología, adaptabilidad y uso intensivo de la información sobre ocupación convencional y fuerza masiva.
Usó fuerzas especiales para 'acompañar' la ofensiva terrestre de milicias locales: Alianza del Norte en Afganistán, peshmergas kurdos en Irak. Ambas invasiones concluyeron en 50 días. En tan corto lapso, llevaron a la muerte un total de 20.000 afganos e iraquíes, y menos de 180 norteamericanos.
Rumsfeld también respaldó las prioridades del Gobierno Nacional para el Plan Colombia: tecnificación de la Fuerza Pública; mayor movilidad de combate en tierra y aire; fuerzas especiales; cubrimiento aéreo para operaciones ofensivas y de rescate en combate; planes operativos conjuntos; ampliación de la capacidad tecnológica, con énfasis en recolección de inteligencia, monitoreo electrónico del movimiento de tropas e interceptación/ 'interdicción' marítima, fluvial y (aero)portuaria; y 'colombianización' progresiva de la responsabilidad general en materia de seguridad.
El decidido apoyo de Rumsfeld facilitó el éxito de la Seguridad Democrática.