La evolución de los salarios reales en Colombia es difícil de establecer por la variedad de las fuentes que aplican a diferentes poblaciones y a la falta de coherencia en su recolección. Una idea aproximada de los salarios reales durante la primera mitad del siglo XX, la ofrece lo que ganaba un portero del Consejo de Bogotá, una posición que podía ser insensible a las condiciones del mercado laboral, pero que alcanza a reflejar el impacto de la inflación (o deflación de precios) en los salarios de las personas no protegidas por ninguna asociación, pero que puede ser decidida por la benevolencia de la corporación en cuestión.
El salario real de este personaje ha sido reajustado para encarar la hiperinflación que acompañó a la Guerra de los Mil Días, parece haber descendido hacia 1909 y comenzado un progresivo aumento durante los prósperos años 20 para alcanzar su pico con la deflación de precios que induce la Gran Depresión.
De allí en adelante hay un deterioro con cierta volatilidad durante la Segunda Guerra Mundial y ascenso en la posguerra, dentro de un auge de la acumulación de capital en el país.
Aunque el sueldo de un humilde funcionario público puede no ser generalizable a los ingresos salariales de los colombianos de la época, sí muestra las condiciones en que se desenvolvió la vida de un poblador urbano, cuando todavía no se había evidenciado una población excesiva con relación a las necesidades de la acumulación de capital.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la circunstancia colombiana fue y es la de un serio desequilibrio estructural entre oferta y demanda de mano de obra que ha dificultado que los salarios aumenten de acuerdo con la productividad del trabajo.
Los frecuentes brotes de violencia política han impedido una mayor organización y le han restado poder de negociación a los trabajadores, impidiendo también el surgimiento de una izquierda legal organizada o de un partido laborista.
A la política desfavorable, se ha sumado el cambio estructural de la economía a favor de los servicios y en contra de la manufactura, pero por sobre todo la informalización de la economía ha determinado unos salarios fijados por los ingresos que pueda generar un trabajador por cuenta propia.
El lento proceso de industrialización iniciado desde finales del siglo XIX, empieza a consolidarse tras el final de la Guerra de los Mil Días, y el posterior periodo de paz. El auge de los años 20 termina por desquiciar las relaciones sociales y son caldo de cultivo para la emergencia de un movimiento sindical de corte radical.
El colapso de la primera globalización desata el proteccionismo que en América Latina y Colombia aceleraría sus procesos de industrialización, que marca el comienzo de un periodo en el que el sindicalismo moderno hace su aparición.
La protección permite que tanto salarios como ganancias sean más elevados que bajo condiciones de competencia internacional.
Los sindicatos ferroviarios y de puertos encabezan las primeras manifestaciones de carácter reivindicativo, frente a las políticas gubernamentales y empresariales.
Destacables son los paros en los puertos de 1918 y del sistema ferrovial en 1919, organizados por dirigentes influidos por las ideas socialistas. Son también de destacar los movimientos de los trabajadores agrícolas en sectores como el banano y el café.
Los años 20 constituyen uno de los periodos de más rápido crecimiento económico que haya registrado el país. Se intensifican entonces los movimientos de protesta sindical, destacándose la huelga de 1924 contra la Tropical Oil Company, la de 1927 contra la misma compañía y la trágica huelga contra la United Fruit Company en 1928 que protestó contra el carácter de enclave de la empresa, en especial su renuencia a contratar directamente a los trabajadores y su desacato del orden jurídico interno.
Es un periodo caracterizado por un importante crecimiento en los salarios que se frena con la entrada del país en la Gran Depresión.
En el caso de las obreras empleadas en la industria textil en Medellín, su salario real tuvo un crecimiento cercano al 65 por ciento entre 1923 y 1929 para perder un 35 por ciento de valor real hacia 1939. La misma tendencia es detectable para los obreros empleados en la construcción en Bogotá. (Urrutia y Arrubla, 1970).
La llegada al poder del liberalismo con Olaya Herrera 1930-1934 marca un cambio en las relaciones entre el sindicalismo y el Estado, que pretende encausar los conflictos mediante la negociación y la regulación justa de los intereses en pugna.
Por la misma época se funda el Partido Comunista de Colombia que va a ser orientado por los lineamientos de la Unión Soviética; la represión política y su desconexión con la realidad nacional van a determinar que el PCC sea siempre muy pequeño.
Urrutia anota que los salarios nominales no disminuyeron al mismo ritmo que los precios durante los primeros años de la Gran Depresión, lo cual significó una mejora importante en los salarios reales.
Sin embargo, el periodo comprendido entre comienzos de los 30 hasta los 50 se puede caracterizar como de crecimiento moderado, con una importante recuperación en la posguerra, que fue acompañada por un estancamiento en el crecimiento de los salarios reales urbanos.
El partido liberal logró aprobar la Ley 83 de 1931 que reglamentaba la huelga, permitiendo la consolidación del sindicalismo, que para 1930 registraba un total de 99 organizaciones (CGN, 1947). Esta cercanía entre el sindicalismo y el Gobierno liberal se acentúa con la llegada de Alfonso López Pumarejo a la Presidencia de la República en 1934. Al año siguiente se lleva a cabo el primer congreso campesino del cual se desprende la fundación de la CSC (Confederación Sindical de Colombia), antecedente de la CTC (Confederación de Trabajadores de Colombia), creada en 1936 en el Congreso Nacional Obrero, y en la que conviven ideologías liberales y comunistas, coincidentes en su respaldo al Gobierno liberal. (Urrutia 1984)
Durante el segundo periodo de López Pumarejo (1942- 1945), el sindicalismo logra medidas favorables como la remuneración del descanso dominical, el auxilio de cesantía, las indemnizaciones por accidente o enfermedad profesional y el fuero sindical, ratificadas luego por la Ley 6 de 1945.
No obstante, el regreso al poder del partido conservador a la presidencia con Mariano Ospina Pérez en 1946 trae consigo importantes cambios que llevarían a la crisis de la CTC, debilitada por la represión oficial, las divisiones internas y el fracaso de la huelga de trabajadores del río Magdalena en 1945.
El sindicalismo católico encarnado en la UTC (Unión de Trabajadores de Colombia) surge en 1946 tras la unión de Utran (Unión de Trabajadores de Antioquia) y de Utrabo (Unión de Trabajadores de Boyacá).
La persecución de la CTC por el Gobierno permite el crecimiento y la dominancia de la UTC, que representa un sindicalismo conciliador, apolítico y centrado en sus reivindicaciones económicas. La división interna en la CTC entre liberales y comunistas se agudiza tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948.
La política de los conservadores frente a los trabajadores es paternalista, justificada por una filosofía que justifica reprimir los impulsos más inequitativos del capitalismo -habla incluso de un capitalismo cristiano, opuesto al capitalismo liberal y protestante- y concede prebendas en especial en las empresas públicas que acomete en su afán nacionalista, como Ecopetrol que se crea con la reversión de los pozos de la Tropical Oil de Barrancabermeja.
También inicia política de seguridad social con el ISS, aunque su cobertura va a ser pequeña.
Tras el golpe militar de 1953, se declara ilegal al Partido Comunista y la crisis de la CTC se extiende a la UTC, de cuya escisión surge la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), auspiciada por la dictadura del general Rojas Pinilla.
En adelante el sindicalismo centrado en reivindicaciones económicas se impondría cada vez más, en detrimento del sindicalismo político y contestatario. Tras el retorno a la democracia constitucional entre 1957 y 1965 los salarios reales de los obreros industriales crecen a un ritmo sin precedentes, lo cual significó un importante aumento en los ingresos de los trabajadores urbanos, y a su vez una notable mejora en la distribución del ingreso, seguido de un periodo de relativo estancamiento. (Urrutia y Berry, 1975).
Entre 1960 y 1966 se presenta una renovación en las luchas sindicales y resulta de particular interés la creación en 1964 de la CSTC (Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia), independiente del Gobierno y políticamente autónoma, que queda influida por el ala comunista de la CTC (Martínez, 1989).
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02 jul 2009 - 5:00 a. m.
SINDICALISMO Y SALARIOS
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