La evasión es la característica principal del impuesto a las transacciones financieras. La lista de exenciones se ha ido ampliando y, adicionalmente, cada día aumentan más las empresas que prefieren dejar a un lado la intermediación financiera con tal de no pagar impuestos como el 4 por mil.
En cuanto a los famosos parafiscales con los que se grava el empleo formal, no aumentan en nada las estadísticas del recaudo tributario, puesto que están bajo la figura jurídica de la contribución.
En consecuencia, tienen destinación específica, para el ICBF, el Sena, las Cajas de Compensación Familiar y la Seguridad Social. Para las empresas, estos son costos laborales no salariales, que ubican a Colombia en el primer lugar de gastos por este concepto en América Latina.
Esta situación ha desestimulado la generación de empleo y contribuido a aumentar la informalidad y el desempleo, otro de los problemas cruciales para el Gobierno en el próximo cuatrienio. Finalmente, está el impuesto a los combustibles que, en teoría, se cobra por el uso de las vías públicas y por los efectos negativos que se causan al medio ambiente al producirse la combustión.
Dentro de lo analizado por Fedesarrollo, el tributo debería ser pagado por todos los combustibles, según el impacto ambiental que causan, como lo establece la normatividad. No obstante, advierte Fedesarrollo, "la inequidad sigue imperando, por cuanto el etanol y el gas natural deberían tener una tasa menor que el diésel oil y la gasolina, ya que su impacto ambiental es menor, pero no estar exentos".
Lo cierto es que el sistema tributario en el país está lleno de falencias que no aceptan más 'reformitas', sino una transformación estructural.