El problema es que en un esquema de libertad regulada, como el que existe en Colombia, los incrementos súbitos en el combustible crean más problemas que beneficios. A pesar de que a lo largo de los últimos tiempos se han venido adelantando reajustes mensuales para desmontar los subsidios que llegaron a 4,3 billones de pesos en el 2006, el precio interno equivalente por barril en la actualidad es cercano a los 85 dólares, bien por debajo de lo que vale en los mercados mundiales. Debido a ello, el Gobierno alega que la cuenta resultante de cubrir el diferencial podría ascender a 6 billones de pesos este año, un golpe descomunal sobre las finanzas públicas. Así las cosas, es indudable que es necesario reaccionar. La discusión, sin embargo, comienza a la hora de definir cómo hacerlo, en un país en donde más de una tercera parte de lo que paga el consumidor se va en impuestos, en el caso de la gasolina (en el del diésel, la proporción es 23 por ciento). Por tal motivo, no es descabellada la idea de que a partir de cierto nivel de precio, la totalidad de los incrementos vaya a cubrir el costo del galón de combustible, poniéndole así un techo a los impuestos nacionales y locales que no sufrirían frente a los niveles de hoy. También están las iniciativas de prorrogar el cronograma de desmonte de los subsidios hasta el 2010, importar etanol para aumentar la mezcla actual o crear un fondo de compensación, cuyos recursos se podrían nutrir de las nuevas concesiones petroleras, para aliviar así la cuenta fiscal. Por otro lado, está la recomendación de imponer períodos de restricción vehicular de 24 horas o limitar la circulación de vehículos con solo un pasajero, algo que corresponde al resorte de los municipios. Tales sugerencias no deben justificar, en ningún caso, el desmonte de la política de reajustes cuya pendiente, incluso, debería ser un poco más elevada. El motivo es que, sin desconocer la necesidad de paliativos, el valor de los combustibles debe reflejar la realidad mundial y lo que esta muestra es que el petróleo seguirá caro. Si bien no falta el que diga que hay movimientos especulativos, la verdad es que el consumo sigue subiendo y que las tendencias de mediano plazo son imparables. Por lo tanto, la expectativa es que de los 86 millones de barriles diarios de crudo que el mundo bebe hoy, se pase a 100 millones en el 2030, como efecto de una demanda en expansión. Según diversos cálculos, el número de vehículos de cuatro o más ruedas en el planeta se duplicará en las próximas tres décadas, llegando a 2.000 millones, así como la cantidad de aviones que será de unos 40.000. China que, por ejemplo, multiplicó por siete su flota de carros y camiones entre 1990 y 2006, debería superar la marca de los 300 millones en los próximos 20 años. A todas estas, y a pesar de la rápida elevación del parque automotor, Colombia no ha aumentado su consumo de gasolina. De hecho, en el 2007 las ventas fueron de 74.100 barriles diarios, con una caída de 3,3 por ciento frente al año precedente. Razones que incluyen la masificación del gas vehicular, el uso del diésel y el contrabando proveniente de Ecuador y Venezuela sirven para explicar un fenómeno casi único. No obstante, hay un déficit importante en la producción nacional que solo será solucionado hasta la entrada en operación de la refinería de Cartagena y que justifica, también, medidas conducentes a buscar más ahorros. Y aunque el país tiene mucho que ganar si encuentra crudo y vende más carbón, eso no impide que tenga que apretarse el cinturón para enfrentar un desafío que, más que costoso, es inevitable. '' Es imposible que Colombia es- cape a las consecuencias de la rápida elevación de los precios internacionales del petróleo y que no tome medidas para enfrentar el problema.WILABR
Finanzas
27 may 2008 - 5:00 a. m.
Tema inevitable
El anuncio de un paquete de medidas que tienen como objetivo aliviar el impacto en Colombia del aumento en los precios internacionales del petróleo, ya es motivo de una encendida polémica. La razón es que es inevitable distribuir las cargas entre consumidores y el fisco, tanto nacional como local, como consecuencia de la disparada en las cotizaciones del crudo, que la semana pasada superó los 135 dólares el barril y cuya alza, tan solo en mayo, ha sido superior al 20 por ciento.
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