A primera vista, todo sigue igual en Davos: las montañas nevadas, el frío que cala hasta los huesos, los estrictos controles de seguridad, los precios escandalosos, el desfile de carros de alta gama y, por supuesto, la presencia de una buena parte de los poderosos del planeta.
A fin de cuentas, la cita anual que tiene lugar en esta pequeña población de los Alpes suizos, debido a la reunión del Foro Económico Mundial que se celebra en la tercera semana de enero, es un compromiso ineludible para muchos, sobre todo si tienen la chequera necesaria para pagar la inscripción y los demás gastos.
El encuentro del 2015 no fue la excepción. Otra vez estuvieron personas como Bill Gates, el hombre más rico del mundo, y los líderes de las compañías más representativas del capitalismo: desde Mary Barra, de General Motors, hasta Jack Ma, el fundador de Alibaba en China, pasando por Ana Botín, cabeza del Banco Santander, de España. En total fueron 2.500 participantes de 140 países, incluidos cerca de 40 jefes de Estado y de gobierno.
Como siempre, el tráfico se volvió imposible y la tranquilidad de un lugar que normalmente recibe esquiadores se alteró durante cinco días. Aparte del nutrido programa, que incluyó unas 150 presentaciones –entre conferencias, paneles, discursos y debates– esta es también una excelente oportunidad para hacer negocios y relaciones públicas.
“No he pisado el centro de convenciones”, sostuvo un banquero de inversión finlandés que vive en Hong Kong. “Aquí logro hacer los contactos que me importan y ver gente de los cinco continentes. Arranco en el desayuno, sigo con encuentros toda la jornada y termino con una cena y un coctel”, añadió.
La actividad social es intensa. Un conocido jefe de una agencia de publicidad global con sede en Londres contó que para la noche del jueves recibió 52 invitaciones, entre recepciones, comidas y after parties.
Todo lo anterior, a decir verdad, se parece a lo que usualmente pasa en Davos por estas fechas. Eso incluye las quejas por el despliegue de opulencia de los millonarios que vinieron y pusieron a las autoridades aeronáuticas de Suiza en aprietos, pues no había espacios suficientes en los aeropuertos cercanos para acomodar tanto jet privado.
Pero otras cosas sí fueron diferentes. Así lo demuestra una mirada a los cinco temas que dominaron la reunión y que no necesariamente son los mismos de siempre, por lo menos en sus detalles. Estos fueron la seguridad en el mundo, las pandemias, la revolución tecnológica, el calentamiento global y, obviamente, la economía.
EL OSO, EL ISLAM Y VENEZUELA
Para comenzar, está el asunto de la seguridad. El hecho de que el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, hubiera tenido que devolverse con urgencia a su país, ante la intensificación del conflicto que sostiene con los rebeldes apoyados por Rusia, sirvió de recordatorio de que en Europa hay una guerra de baja intensidad en marcha.
Nadie tiene en claro qué quiere Vladimir Putin, pero no hay duda de que su actitud tiene preo-cupado al Viejo Continente. Las sanciones que han golpeado la economía rusa han servido para impulsar su popularidad interna y, posiblemente, para envalentonarlo. Hasta dónde va a llegar es difícil decirlo, pero el Kremlin apunta a ser un factor de desestabilización que hace 12 meses nadie tenía en cuenta.
Tampoco era evidente un año atrás que el terrorismo de origen islámico iba a golpear en Francia. Con la memoria de la masacre de los colaboradores de la revista Charlie Hebdo todavía fresca, la posibilidad de nuevos ataques está presente.
Y la probabilidad de que sean ciudadanos nacidos y criados en cualquiera de las naciones de la Unión Europea –como los que dejaron una estela de sangre y muerte en París– es hoy más elevada que nunca. Por eso se escucharon llamados a la unidad y a formar frentes comunes, como el que hizo el propio presidente François Hollande en Davos.
No obstante, nadie olvida que esos peligros están atados a lo que sucede en Oriente Próximo. El surgimiento del Estado Islámico, que controla una gran parte de Siria e Irak, es el gran dolor de cabeza actual, no solo por su salvajismo, sino porque ha logrado atraer a miles de jóvenes europeos a combatir por su causa.
Si bien la ofensiva inicial parece haber sido contenida tras los ataques aéreos de una coalición de países occidentales y el accionar de kurdos e iraquíes, la cosa va para largo. Aparte de ello, líos como el de Siria o Yemen siguen sin solución, mientras que la sucesión de poder en Arabia Saudita no deja de causar inquietud.
Todos esos temas fueron tratados en Suiza y el mensaje fue evidente: los riesgos geopolíticos van al alza y estos incluyen una notoria inquietud en torno a Venezuela.
En contraste, el reporte con respecto al virus del ébola, que tanto inquietó a la opinión global hace unos meses, fue un poco más alentador. No hay duda de que la epidemia ha dejado un costo inmenso, tanto en términos de vidas como de menor actividad productiva en partes del África. Sin embargo, las proyecciones apocalípticas no se cumplieron. El número de personas afectadas por semana ha pasado de 300 nuevos casos en septiembre a 10 en Liberia, de 330 en diciembre a 140 en enero en Sierra Leona y de 114 a 30 en Guinea, se informó en el Foro Económico.
Lo anterior ha tenido mucho que ver con la ayuda internacional. Claro que la ONU requiere mil millones de dólares adicionales para concluir sus esfuerzos, y los observadores esperan los resultados de una vacuna prometedora que está a punto de comenzar pruebas.
Aun así, el mensaje enviado es que no hay que bajar la guardia. Los expertos congregados en Davos señalaron que peligros de esta índole están latentes y solo la respuesta coordinada de las entidades especializadas y los laboratorios proveerá la respuesta.
Tristemente, la capacidad de ponerse de acuerdo ante las amenazas no se extiende al clima. Luego del informe según el cual el 2014 fue el año de mayores temperaturas promedio en el planeta, desde cuando se llevan estadísticas de este tipo, las alertas no demoraron en sonar.
Personalidades como el exvicepresidente estadounidense Al Gore y el cantante Pharrell Williams alertaron a la audiencia sobre el empeoramiento de la situación. Es cierto que Alemania genera tres cuartas partes de su electricidad con fuentes renovables o que Washington y Pekín buscarán la forma de reducir las emisiones contaminantes, pero todavía se arrojan a la atmósfera 110 millones de toneladas de dióxido de carbono diariamente, y la prognosis no es buena.
Más alentador, en cambio, fue el mensaje con respecto a la revolución tecnológica. Un panel que contó con la presencia de los presidentes ejecutivos de Microsoft, Facebook, Google y Vodafone señaló que la fuerza de la economía digital sigue, y con ella la transformación de la vida de millones de personas.
“Permitir el acceso a la banda ancha equivale a lo que fue instalar tuberías para que llegara el agua potable, y tiene un efecto igualmente revolucionario”, dijo Vittorio Colao, de Vodafone. Y Sheryl Sandberg, de Facebook, recordó que este año el número de personas que poseen teléfonos inteligentes aumentará en 400 millones, impulsando el consumo de datos y el conocimiento.
Más de un asistente al encuentro de Davos preguntó abiertamente si esas tendencias no aumentarán más las fortunas de los Zuckerberg de este mundo. En ese sentido, un informe de Oxfam, entregado poco antes de la reunión, sostiene que la riqueza combinada de los individuos más acaudalados del planeta equivale a la de los 3.500 millones de menores recursos, que constituyen el 48 por ciento de la población total.
Lejos de disminuir, todo indica que la brecha tiende a abrirse, algo que diversos analistas consideraron muy negativo. “La excesiva desigualdad no propicia un crecimiento sostenible”, declaró la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, en un debate sobre el tema.
Según la exministra francesa, las investigaciones de la entidad que dirige han concluido que “la distribución de la riqueza es importante en sí, porque aumentar los ingresos de los pobres tiene un efecto multiplicador que no se produce si se aumenta el ingreso de los que ya son ricos”.
Que esos planteamientos hayan caído bien entre los asistentes no es seguro, pero la señal quedó enviada y nadie pasó por alto que hasta el propio FMI demostró su inquietud. Además, el hecho de que en la misma semana Barack Obama haya tratado el asunto en su discurso sobre el estado de la Unión corrobora que el viento está cambiando de dirección, como lo señaló el columnista Martin Wolf.
CRUDO OPTIMISMO
Claro que, a decir verdad, fueron más los que prestaron atención a otras preocupaciones económicas, como el precio del petróleo, cuya descolgada era algo que nadie se esperaba hace un año y que ahora es un factor de incertidumbre.
Para el experto Daniel Yergin, la caída en las cotizaciones del crudo va a hacerles mucho daño a naciones como Rusia o Venezuela y eventualmente sacará del mercado a los productores con mayores costos. No obstante, el ajuste se va a demorar y por eso las apuestas a largo plazo siguen en cercanías de los 60 dólares.
Los que sí cambiaron fueron los cálculos con respecto al Viejo Continente. La decisión del Banco Central Europeo de inyectarle una suma enorme a la economía, mediante el mecanismo de compra de papeles, cayó muy bien en Davos.
Algunos criticaron lo tardío de la medida, pero autoridades como el nobel de Economía Christopher Pissarides la consideraron correcta. Tanto, que el anuncio no solo se robó el show en el evento, sino que permitió que renaciera cierto optimismo.
Así se pueden resumir estos días intensos de deliberaciones y derroche. Ahora comienza a correr el reloj para la próxima cita, en la cual ojalá América Latina tenga más protagonismo y vuelva a ser la niña bonita, como lo fue hace no mucho tiempo.
Mientras ese momento llega, y se comprueba si las predicciones hechas fueron correctas, la calma retornará a Davos. Pero nadie duda de que en enero del 2016 regresarán los magnates y la agitación. Eso es algo tan seguro como que volverá a caer nieve en los Alpes suizos.
Ricardo Ávila Pinto
Director de Portafolio
Davos (Suiza).